El laberinto de la dependencia

La dependencia es un laberinto dentro del cual se necesita al otro para tener el sosiego, la felicidad y hasta el sentido de seguridad.

¿Quién no disfruta de una canción romántica cargada de pasión y sentimiento? A todo pulmón entonamos ese «no puedo vivir sin ti», aquel «me falta el aire si no estás» o cualquiera de esas frases de entrega y dependencia total. Son palabras que expresan ese deseo de un amor duradero que dé sentido a nuestra propia existencia y sin el cual no merecería la pena vivir. Creo que todos deseamos esta clase de amor, por eso nos identificamos con ellas. Pero para algunos, aquel «no puedo vivir sin ti» pareciera tener, más que un sentido poético, un sentido literal. Y es que para muchos de nosotros nos viene fácil eso de la dependencia en las relaciones.

Se trata de algo que va más allá de la reciprocidad y el apoyo mutuo. La dependencia es un laberinto dentro del cual se necesita al otro para tener el sosiego, la felicidad y hasta el sentido de seguridad. No se limita a las relaciones sentimentales, sino que también se puede dar entre amigos. Cuando te presta atención, cuando los dos están contentos todo va de maravilla. Pero cuando riñen, cuando discuten, cuando el otro te ignora, sientes que el mundo se derrumba. Eres tú el que te culpas. En tu mente, el otro tiene la razón y no puede equivocarse. Y te desesperas queriendo dirigirle esa frase reservada a lo divino: «una palabra tuya bastará para sanarme».

Una relación de dependencia es una relación a desnivel. Esta realidad puede llevar al abuso y la manipulación por parte del otro, aprovechándose del dominio que tiene sobre ti. Pero, con más frecuencia, cuando hay siquiera un atisbo de buena amistad presente, suele ser un peso encima de aquel que se siente presionado a dedicarte tiempo o cuidar lo que hace o dice con tal de no ofenderte. Y de esta manera, ni el uno ni el otro son libres.

El salir de este laberinto es tarea ardua que a veces dura toda la vida. No implica saltar al otro extremo y comenzar a ser frío e indiferente. Endurecer el corazón, suprimiendo ese deseo tan real de sentir amor solo nos hunde más profundo en ese laberinto. Nuestro deseo de sentirnos amados es humano, es bueno. ¿Qué hacer con él? Como primer paso, es bueno entonar ese «no puedo vivir sin ti» a Aquel que no resiente nuestra dependencia total, a ese que sí puede garantizar un amor duradero. Será una relación distinta, como ninguna que hayamos antes experimentado. Pero si comenzamos buscando este amor primero de todo corazón, de seguro lo encontraremos y todo lo demás quedará en su lugar. Y entonces seremos libres para recibir y dar amor.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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