El laberinto de la evasión

Es fácil entrar, lo único que necesitas es una situación, una memoria, o un sentimiento que quisieras evitar. Es un laberinto atractivo.

Estás en medio de una tarea difícil y poco agradable. Sacas el teléfono móvil, y antes de que te des cuenta, has pasado veinte minutos en redes sociales. En otra ocasión, te viene a la mente una memoria dolorosa, y en ese instante, prendes la tele. Una tarde, sientes una inquietud, un desasosiego en el corazón, y decides que el mejor remedio es una noche de fiesta con tus amigos. Si has estado en una situación similar a estas, es probable que has entrado al laberinto de la evasión.

Es fácil entrar, lo único que necesitas es una situación, una memoria, o un sentimiento que quisieras evitar. Es un laberinto atractivo. Promete diversión, entretenimiento, y alivio, cosas que todos sin duda queremos tener en nuestras vidas. Pero este laberinto es ilusorio. Aunque quisieras quedarte en él, el alivio pronto se desvanece y vuelves a estar atrapado en la realidad que pretendías dejar.

Es importante señalar que buscar la distracción en tiempos difíciles es de lo más humano, y muchas veces puede ser algo positivo para nuestro bienestar. El problema surge cuando, por no querer enfrentar nuestra realidad, siempre buscamos un escape. Si no dedicamos tiempo y energía para atender aquello desagradable que vivimos, se seguirá presentando, y hasta con más intensidad.

Eliminar este laberinto requiere cierta percepción de nuestra parte. En vez de huir hacia él a la primera instancia de incomodidad, es necesario detenerse y prestar atención a nuestros pensamientos, emociones, y motivaciones. ¿Qué es lo que siento? ¿Qué pienso? ¿Qué quiero hacer? Al hacernos estas preguntas, logramos ponerle nombre a nuestra situación, y así disipamos las tinieblas en que quizás nos encontrábamos. Tristeza, dolor, miedo, ansiedad: sentimientos fáciles de sentir, pero difíciles de nombrar, o bien, aceptar. Mas cuando lo hacemos, es decir, cuando nos enfrentamos cara a cara con ellos, pierden algo de su poder.

Para el cristiano, este proceso de introspección, de discernimiento nunca se hace solo. Se hace con un Dios que nos mira con amor, que nos conoce completamente, y desea ayudarnos a conocernos a nosotros mismos para superar cualquier dificultad, salir del laberinto, y así vivir nuestra realidad con el amor que él nos da.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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