El legado del padre Arrupe en la actual crisis de solidaridad

“Frente a las inhumanidades indescriptibles, Pedro Arrupe pudo dar testimonio del humanismo, de la profundidad de la esperanza, que es la contribución adecuada de los cristianos a la cultura, a la política y al ecumenismo”.

El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) fue fundado por el padre Pedro Arrupe sj el 14 de noviembre de 1980, en respuesta al clamor de los vietnamitas que trataban de huir de su país por mar, y también para ayudar a los refugiados que huían de Etiopía, Somalia, Camboya y Laos. En 1980, había cerca de 8,5 millones de refugiados en el mundo; ese número ha aumentado a 22,5 millones en la actualidad, a los que hay que añadir otros 40 millones de personas desplazadas dentro de sus propios países. Al mismo tiempo, la solidaridad global con los refugiados ha sufrido un declive vertiginoso. En 1980, Estados Unidos admitió a más de 207 mil refugiados; en 2017, con cifras de desplazamiento mundial a niveles sin precedentes, Estados Unidos reasentó apenas algo más de 53 mil refugiados. Al otro lado del Atlántico, Europa, sin más, cerró sus puertas a refugiados y migrantes.

El P. Michael Campbell-Johnson sj, que dirigió el trabajo del JRS en sus primeros años, recuerda la reunión de los jesuitas que trabajaban con refugiados en Tailandia con el P. Arrupe, en 1981, en la que se llegó a un consenso claro sobre qué distinguiría al JRS de otras agencias de refugiados: “Nuestro modo de proceder deberá consistir, esencialmente, en un ministerio presencial y participativo, de estar con, más que de hacer para”. Esta intuición original sigue siendo esencial en el funcionamiento del JRS de hoy en día, igual que lo fue en nuestra fundación, y se concreta en la misión del JRS mediante la palabra “acompañamiento”. El padre Mark Raper sj, ex director internacional del JRS, describió este acompañamiento como la bienvenida a un invitado, un tema recurrente en la Biblia. El P. Raper arguye que la calidad de nuestra acogida al forastero como mensajero de Dios es el criterio clave para la autenticidad de la atención pastoral y el servicio a los refugiados del JRS.

En 2005, con motivo del 25° aniversario de la fundación del JRS, el P. Raper señaló que cada nueva crisis humanitaria provoca nuevas iniciativas. En otra ocasión, citó a Rowan Williams, ex arzobispo de Canterbury, sobre la visión del P. Arrupe: “Frente a las inhumanidades indescriptibles, Pedro Arrupe pudo dar testimonio del humanismo, de la profundidad de la esperanza, que es la contribución adecuada de los cristianos a la cultura, a la política y al ecumenismo”.

Es esta profundidad de esperanza la que continúa animando y sosteniendo al JRS en 2017. La administración de la Iglesia por parte del Papa Francisco es un tiempo de gracia y oportunidad para todos los que buscan comprometerse con los desafíos que enfrentan nuestros hermanos y hermanas desplazados. Este es un momento privilegiado para el JRS, en el que está explorando formas más efectivas de llevar a cabo su misión de acompañar al refugiado, de dar la bienvenida al extraño. El Papa Francisco ha puesto la solidaridad con los refugiados y los migrantes en el corazón de su misión, y ha instado a todos los que lo escuchen a asumir la tarea de acoger, proteger, promover e integrar a los refugiados y los migrantes. En el mundo de la globalización de la indiferencia y la política del rechazo y el miedo, el Papa Francisco ha pedido reiteradamente una cultura del encuentro. Para el Papa Francisco, no hay una “crisis de refugiados”, la verdadera crisis es la crisis de solidaridad, el rechazo de hombres y mujeres a abrir sus puertas a los que no tienen hogar y a abrir los corazones a sus hermanas y hermanos necesitados.

Los refugiados se van para defender a sus familias, preservar el futuro de sus hijos y encontrar un lugar donde se protejan sus derechos. En su misión de acompañar a los refugiados, el JRS no puede hacer otra cosa que no sea ir de aquí para allá. Siempre es tentador vivir de éxitos pasados y acomodarse a un trabajo que nos resulte más familiar. En nuestros programas de educación, en nuestro acompañamiento pastoral, en nuestra búsqueda de partenariados y alianzas, en nuestras estructuras administrativas y comunicaciones externas, el JRS espera ir más allá de sus propias seguridades y certezas, teniendo siempre presente las vidas y las esperanzas de las personas con quienes nos encontramos, que desean urgentemente decirnos a nosotros y al mundo, “era un extraño, y me acogieron”.

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Fuente: http://es.jrs.net

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