El Mensaje de Cristo sigue intacto

Sr. Director:

A raíz de casos de delitos de abuso sexual denunciados, como el de Renato Poblete especialmente, he escuchado voces de sacerdotes, laicas y laicos, cuestionando su vocación, la Iglesia y su fe. Así que, con la humildad de un cristiano absolutamente lleno de debilidades, y con un débil amor por Cristo, me atrevo a escribir estas palabras.

Los terribles delitos de abuso de conciencia, poder y sexuales, y los encubrimientos de ellos cometidos por sacerdotes y laicos dentro de la Iglesia católica son una aberración contra niños y niñas que habían puesto su confianza en estos adultos. Parto diciendo esto, porque lo que menos pretendo es minimizar la relevancia de los delitos de abuso sexual, el encubrimiento y el profundo daño a los sobrevivientes.

Las voces de quienes cuestionan su fe a raíz de la actuación dolosa de estos sacerdotes, a mi entender, surgen porque en algún momento el fundamento de esa fe comenzó a radicar en la credibilidad que les ofrecen otros cristianos, de muchas obras y frutos en este mundo (Poblete, Precht, Ortega), pero que no son Cristo. A estos sacerdotes, sus egos y el mundo les hicieron creer que eran poderosos y que lo que hacían era por sus capacidades y no por Dios actuando en ellos. Dejaron de escuchar a Dios, y así permitieron que sus miserias dominaran sus vidas y cometieran los terribles abusos; pero ahí no estuvo Cristo ni su Evangelio.

Cuando nos desplegamos tantos católicos por la vida, siendo un pequeño sirio, luces o grandes faros para el mundo, no debemos olvidar que es porque Cristo nos habla al oído, nos llena el espíritu y nos guía. Los frutos que damos en este mundo se deben a que permitimos ser sus instrumentos, fundados en un profundo amor por Él.

El Dios de la vida nos regaló dones, una historia de vida —más fácil o más difícil— y muchos defectos, pero lo que somos y ofrecemos al mundo, no es por nuestros méritos, sino por el soplo del Espíritu Santo y el amor a Cristo, a pesar de nuestras grandes limitaciones.

Invito a todos nuestros hermanos, especialmente a nuestros sacerdotes que se encuentran tan golpeados el día de hoy, a no desfallecer, porque el mensaje de Cristo y su Evangelio siguen intactos, verdadero y luminoso, y nos sigue pidiendo que seamos parte de la Construcción de un mundo mejor, con nuestra fe exclusivamente en el Señor: es a Él a quien amamos, a quien miramos y a quien servimos… a nadie más que a Él.

Augusto Fuentes Calderón

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