El problema de los tres cuerpos

Los seres humanos buscamos continuamente conocer y predecir, desde el tiempo a los ciclos económicos, porque nuestra fragilidad está en juego. Sin embargo, lo impredecible es también lo que posibilita la novedad, que exista un futuro como tal.

Una de las series que están dando que hablar últimamente es la primera temporada de El problema de los tres cuerpos, basada en una voluminosa obra de ciencia ficción aclamada por público y crítica. La trama y el nombre se enraízan en un fenómeno físico real.

Cuando estudiamos el movimiento de un cuerpo (un balón que lanzamos al aire y luego cae, por ejemplo), como se ve en el bachillerato, es fácil describirlo mediante una ecuación, que nos permite predecir su comportamiento en el futuro. Cuando consideramos dos cuerpos, como la órbita de la Luna y la Tierra, con algo más de esfuerzo, también encontramos una ecuación. Sin embargo, cuando entra un tercer cuerpo, la cosa cambia. Podemos hacer algunos cálculos y aproximaciones, pero a medida que pasa el tiempo serán cada vez más inexactos. Nos encontramos ante un abismo matemático: lo que sabemos es que no sabemos. La danza de estos tres cuerpos en el espacio no puede predecirse de una vez para siempre, será irregular y siempre nueva.

Cuando consideramos dos cuerpos, como la órbita de la Luna y la Tierra, con algo más de esfuerzo, también encontramos una ecuación. Sin embargo, cuando entra un tercer cuerpo, la cosa cambia.

Los seres humanos buscamos continuamente conocer y predecir, desde el tiempo a los ciclos económicos, porque nuestra fragilidad está en juego. Sin embargo, lo impredecible es también lo que posibilita la novedad, que exista un futuro como tal.

Este saber que no sabemos sirve de analogía para un concepto más profundo si cabe, el misterio. Y el problema que emerge de un solo sistema formado por tres cuerpos puede ser una metáfora del misterio que celebramos hoy: la Trinidad. Un misterio que nunca terminamos de comprender, pero que se manifiesta con una noticia tan inesperada como esperanzadora: la del Dios Padre creador que se entrega en su Hijo para salvarnos y nos introduce en su dinámica de amor mediante el Espíritu Santo.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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