En estado de Sínodo

La Iglesia pone en marcha el Sínodo de la sinodalidad. Un evento claramente necesario, pero no nos engañemos, suena raro para la mayoría de los cristianos, aunque sea solo por el nombre. Es decir: un Sínodo para ver en qué consiste el propio Sínodo y su modo de funcionar y, sobre todo, para escucharnos los unos a los otros como Iglesia.

Quizás por eso a mí me rechinan tanto las recetas enlatadas que proponen soluciones antes de tiempo. Como aquel que va al médico anticipando su enfermedad, o el amigo que juega a ser psicólogo cuando aún no le has formulado tu consulta. Son las conclusiones anticipadas para la Iglesia, obviando que es la casa de todos y que antes de decidir conviene escuchar con atención qué se cuece en todas nuestras diócesis, comunidades o instituciones, y no solo en una parte concreta que jamás podrá aspirar a una mirada panorámica.

No se trata como siempre de dividir entre progres o carcas, poder horizontal o poder vertical, Iglesia local o Iglesia romana, autoridad o servicio, santa o pecadora, laicos o clérigos… Más bien se trata de asumir una Iglesia donde la conjunción copulativa “Y” prevalezca sobre la conjunción disyuntiva “O”, de manera que sea el Papa y el Pueblo de Dios, novedad y tradición, el centro y la periferia… y así poder enlazar todas las tensiones que permiten a una institución pervivir y avanzar a lo largo del tiempo, como un pueblo que camina junto.

Ojalá este tiempo sirva para escuchar el sentir profundo de la Iglesia, con toda su complejidad y con toda su riqueza. Una Iglesia que, como señala Francisco, se escucha de manera polifónica. Una Iglesia en la que cada uno es un instrumento al servicio de Dios y de los demás y donde cada uno cumple una función diferente, de manera que entre todos podamos formar un suelo cuerpo que avanza en este siglo XXI hacia la construcción del Reino de Dios.

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Fuente: https://pastoralsj.org