Monseñor Pierre-André Dumas, a cargo de la diócesis de Anse-à-Veau-Miragoâne y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, habla de la violencia que sacude al país y del impacto de la exhortación apostólica de León XIV: está trayendo esperanza y confianza.
La sonrisa contagiosa del padre Jean Julien Ladouceur, párroco de Sainte Claire en Petite Place Cazeau, secuestrado hace unos días quizás por una de las bandas locales más poderosas en la zona de Delmas, a las puertas de la capital Puerto Príncipe. Y luego el dolor de ese considerable número de familias que han visto morir a sus seres queridos ante sus ojos por el paso feroz de la tormenta tropical Melissa, que en estos momentos está devastando pueblos enteros y causando también decenas y decenas de heridos.
Si en Haití se quisiera encontrar «la encarnación» de la exhortación apostólica de León XIV sobre el amor a los pobres, Dilexi te, bastaría con mirar directamente a los ojos a estos pobres. Que, como el resto de la población, hace tiempo que no tienen nada: ni un Estado, ahora presa de las bandas criminales que en todo momento matan, roban, secuestran, ni la esperanza de ver curadas las heridas de las tragedias climáticas y los terremotos que parecen sucederse con un ensañamiento aparentemente pérfido.
«La Dilexi te, para nosotros en Haití, representa verdaderamente un texto profético», comienza monseñor Pierre-André Dumas, obispo de la diócesis de Anse-à-Veau-Miragoâne y vicepresidente de la Conferencia Episcopal. Después de leer el documento de un tirón y de reconocer, en cada pensamiento del Pontífice, los rasgos del dolor y de los deseos profundos de su gente, Dumas, a nuestro periódico, explica que para la Iglesia haitiana la exhortación tiene el valor de un firme llamado al Evangelio que enseña el amor ilimitado por los últimos: «Es una brújula moral, ética, en un momento en el que sufrimos violencia y estamos resignados. En Haití, la Dilexi te va más allá de lo teórico: es un faro en nuestro camino que ilumina a un pueblo herido, crucificado por su historia».
Para la Iglesia haitiana la exhortación tiene el valor de un firme llamado al Evangelio que enseña el amor ilimitado por los últimos.
Al obispo —que ahora se encuentra en Estados Unidos en convalecencia tras ser objeto de un atentado por parte de las bandas criminales por haber intentado pacificar su nación—, las palabras del Papa que exhortan a no bajar la guardia sobre la miseria que asola el mundo le enseñan sobre todo una cosa: «Que también aquí entre nosotros la pobreza no es una trágica fatalidad: depende de las elecciones humanas. Y estas pueden ser modificadas. Basta con quererlo. León XIV nos ayuda a comprender que nuestro pueblo debe ser liberado, respetado. Y, por qué no, también honrado por todas las luchas que ha afrontado y está afrontando». Ese grito de los pobres que pide una nación sin más conflictos, que anhela pan, justicia, salud, estabilidad, finalmente ha sido escuchado. «Y es precisamente la Dilexi te la que lo ha hecho reconociendo esta voz como la de Dios que se ha reverberado en la historia».
Pero el documento también se «encarna» en el llanto de las víctimas de los abusos, como el religioso secuestrado anteayer que monseñor Dumas conoce muy bien: «El padre Jean Julien Ladouceur es director de la Comisión Episcopal para la Educación, de la que yo soy presidente. Y conocía muy bien también a las tres personas que fueron secuestradas con él. Pero la exhortación apostólica también se cumple en nuestros migrantes obligados a huir, en nuestros niños que no tienen educación, en nuestras familias expulsadas de sus casas, en nuestros jóvenes que abandonan el país para buscar fortuna en el extranjero».
La esperanza que la Dilexi te dona a Haití está contenida en la dimensión trascendente que lleva directamente al amor de Dios, que no deja de responder prontamente a las peticiones de sus hijos. «Y nosotros —añade el obispo— nos damos cuenta de esta benevolencia divina cada día observando los gestos de solidaridad entre el pueblo y entre las familias que permanecen unidas. Nos damos cuenta por la fe que no se quiebra, por el compromiso recíproco de los jóvenes y las jóvenes en las escuelas, en las parroquias, en los movimientos». En resumen, monseñor Dumas, después de leer la Dilexi te, está cada vez más convencido de que para Haití es posible renacer desde abajo. «Para nosotros, el Papa ha traído verdaderamente un viento fresco de verdadera confianza».
Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.