Enrique Moreno Laval SS.CC. Un sacerdote necesario

Sr. Director:

El sacerdote Enrique Moreno Laval SS.CC., fallecido el 25 de febrero pasado a los 76 años de edad, hizo vida aquello de «ama a tú prójimo como a ti mismo». Su feligresía lo sintió; muy especialmente la de Concepción, donde desarrolló buena parte de su sacerdocio. Abnegado, generoso, dispuesto permanentemente a ayudar a quien lo necesitara. Especialmente, dada la época en que le tocó vivir, destacó en esa cualidad frente a la situación de los perseguidos por razones políticas por la dictadura militar, secundando a los obispos José Manuel Santos y Alejandro Goic. Detenido en el Estadio Nacional en octubre de 1973, contra toda esperanza ofició misas allí a las que asistían los detenidos, creyentes o no. Esto Enrique lo recuerda con serenidad y sin rencores, en su libro Mis días en el Estadio.

Sus actividades estuvieron claramente marcadas por los principios evangélicos, manifestando una especial cercanía al hombre común e insertándose generosamente en la realidad social donde actuara. Durante muchos años, desde hace algunas décadas ya, se anticipó a lo que el papa Francisco solicita hoy a los sacerdotes: que sean pastores con olor a oveja. Su última designación como párroco fue en la Iglesia San Pedro y San Pablo de la populosa comuna de La Granja. Allí seguía las huellas del padre Esteban Gumucio SS.CC., quien actualmente es postulado a la santidad. Fue también profesor. Se desempeñó como Superior Provincial de su Congregación (1987-1993), Consejero General de la Congregación (1994-2000), por lo cual se trasladó a Roma, y luego formador en Concepción y la casa de profesos de la Provincia de Japón-Filipinas con sede en Manila. El año 2017 fundó una comunidad religiosa en la comuna Diego de Almagro. En junio próximo cumpliría 50 años de sacerdote.

Conocí a Enrique hace más de cuarenta años. Lo vi casar, bautizar, confirmar, dar la unción de los enfermos, hacer misas de despedida y dominicales, dirigir la Vicaría de la Pastoral Obrera en Concepción. Asistió y dio la extremaunción en los dramáticos momentos en que Sebastián Acevedo se inmolaba suplicando la libertad de sus hijos detenidos. Dirigió un programa de radio en Concepción, en el que dio voz a quienes entonces no tenían ninguna. Fue un destacado vicepresidente del Consejo Regional Concepción del Colegio de Periodistas en el período 1982-1984 de cuya directiva también formé parte. Eran tiempos complejos para la libertad de expresión y Enrique estuvo siempre a dispuesto a ayudar frente a situaciones complejas.

Conmueve su partida en una época en la que se necesitan, más que nunca, sacerdotes como él, entregados a ayudar a la Iglesia Católica a reencontrarse con fieles que hoy aparecen escépticos, dubitativos, desilusionados o simplemente desengañados. Podemos estar tranquilos y agradecidos de haberlo tenido y que nos haya legado lo bello, lo justo y lo bueno que significó su sacerdocio. La explicación de por qué quisimos tanto a Enrique Moreno, y lo más importante de porque, seguimos siempre confiando en su palabra.

Mónica Silva Andrade

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