El Papa acoge a todos los participantes del Sínodo y les hace sentirse en casa.
Por si alguien dudaba, lo podemos afirmar, la periferia ha llegado al centro, y ha llegado para quedarse, porque al anfitrión le gusta que estén a su lado, es una visita esperada y acogida de brazos abiertos. Ese es Francisco, el amigo de los que los poderosos desprecian y no les dejan pasar.
Se puede calificar como un momento histórico el hecho de que la Amazonía haya llegado a San Pedro. Si en la Eucaristía de abertura se impusieron las formas vaticanas, hoy ese protocolo no ha podido, o no ha querido imponerse, tal vez porque desde el primer momento todos se dieron cuenta que se trataba de algo nuevo, diferente, amazónico, ni mejor, ni peor, simplemente diferente.
Una de las cosas que se perciben claramente en el Papa Francisco es su estado de ánimo, se le nota en cuanto se le ve, y en la oración matinal del primer día de trabajos sinodales se le ha visto como el perfecto anfitrión, contento porque llegaron aquellos a los que esperaba. No hizo falta que les dijese que se sintiesen en casa, todos se dieron cuenta de eso rápidamente, y no dudaron en acercarse a él, sacarse fotos, conversar abiertamente, besarle, e inclusive bendecirle, como hicieron diferentes representantes de los pueblos originarios.
Esos son los nuevos modos de Francisco, que poco a poco se han ido instalando en el Vaticano desde el profundo respeto a los pueblos amazónicos, a quienes nos acercamos “en punta de pie, respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir”, como decía en su discurso a los presentes en el aula sinodal, “ajenos a colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de los pueblos”, “sin el afán empresarial de hacerles programas preconfeccionados de “disciplinar” a los pueblos amazónicos”, tentativas de “domesticar” a los pueblos originarios, evitando el “centralismo “homogeneizante” y “homogeneizador” (que) no dejó surgir la autenticidad de la cultura de los pueblos”, insistiendo en que las “ideologías son un arma peligrosa, siempre tendemos a agarrar una ideología para interpretar un pueblo”, pues “son reductivas, y nos llevan a la exageración en nuestra pretensión de comprender intelectualmente, pero sin aceptar, comprender sin admirar, comprender”.
En ese sentido, una premisa fundamental es nuestra capacidad de admiración a los pueblos, no verles como algo folclórico, exótico, algo que el Papa ha criticado al decir que “ayer me dio mucha pena escuchar aquí dentro un comentario burlón, sobre ese señor piadoso que llevó las ofrendas con plumas en la cabeza, decime: ¿Qué diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el ‘tricornio’ que usan algunos oficiales de nuestros dicasterios?”.
Por eso, no podemos olvidar que la Iglesia debe llegar a la Amazonía, en palabras del propio Francisco, “a contemplar, a comprender, a servir a los pueblos”. Para eso es el Sínodo, para caminar juntos, “no en mesas redondas, no en conferencias o en discusiones ulteriores; lo hacemos en Sínodo, porque un Sínodo no es un parlamento, no es un locutorio, no es demostrar quién tiene más poder sobre lo medios y quién tiene más poder entre las redes para imponer cualquier idea o cualquier plana”.
Esto puede ser visto como una pauta a ser seguida por todos los que van a participar de la asamblea durante las tres próximas semanas, pues como él mismo insistía, “el Espíritu Santo es el actor principal del Sínodo”, por lo que es imprescindible que “por favor, no lo echemos de la sala”, insistiendo en que “hay que dejar que el Espíritu Santo se exprese en esta Asamblea”, y que cada uno de los presentes en la Asamblea se pregunte “¿cuál será nuestro trabajo aquí para asegurar que esta presencia del Espíritu Santo sea fecunda?”. Para ello, el Papa pedía orar, reflexionar, dialogar, escuchar con humildad, hablar con coraje, con parresia.
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Fuente: www.religiondigital.org