Balance de la visita papal al país del sol naciente.
El Papa Francisco terminó una gira de siete días por el lejano oriente asiático, en la que la etapa japonesa, donde fue seguido por un enviado especial de Religión Digital, será uno de los momentos más recordados de su pontificado.
El Papa habla a menudo de los tres lenguajes, y su armoniosa interrelación: el de las manos, que crea; el de la cabeza, que piensa, y el del corazón, que siente. Y este viaje pudo ser analizado también desde esa armonía.
El Papa habló con el lenguaje de las manos haciendo este viaje a Japón. Un país alejado, en el que hay menos católicos en total que en cualquier barrio populoso de las grandes urbes europeas, y significaba postergar otros destinos que vienen haciéndose esquivos una y otra vez.
UN RIESGO QUE EL PAPA QUISO CORRER
Con poca movilización popular, que fue diametralmente opuesta a las expectativas generadas en las élites sociales y políticas, el viaje era un riesgo que Francisco quiso correr. La Iglesia en salida hacia los márgenes, hecha realidad.
El Papa habló con el lenguaje de la cabeza en sus memorables discursos por el desarme en Hiroshima y en Nagasaki. Lejos quedó aquel san Juan Pablo II que en Naciones Unidas se había referido a ellos, en plena Guerra Fría, como un demonio necesario. Francisco les habló de frente a los nueve líderes mundiales que tienen arsenales atómicos y les dijo: “El atesoramiento de armas atómicas es un crimen inmoral”. Ya no solo la condena a su uso que había sido un paso gigantesco de su pontificado. Sino que fue por más.
DESPILFARRO NUCLEAR Y BULLYING
Y con un eje novedoso: el despilfarro que supone el atesoramiento de esas máquinas de muerte en tiempos en los que miles de seres humanos mueren a diario porque no comen lo suficiente. O en momentos en los que, como les dijo a las autoridades locales, hay que pelear para achicar la brecha entre ricos y pobres.
El Papa habló con el lenguaje del corazón cuando frente a los jóvenes los llamó a no bajar los brazos en la batalla contra el bullying. Es una “epidemia”, les dijo. Y les pidió a los obispos que acompañen a la juventud a salir del paradigma del exitismo que arrastra tantas vidas tempranas al suicidio. No casualmente, casi al mismo tiempo que el pontífice aterrizaba en Tokio, su amigo y fiel escudero José María del Corral inauguraba en Sendai la primera sede asiática de Scholas Occurrentes, a la que Bergoglio le pidió, justamente, trabajar con los jóvenes contra el bullying y el suicidio.
TRIPLE DESASTRE
También salió de sus entrañas el mensaje a las víctimas del denominado “triple desastre” de 2011, en el que un terremoto, un tsunami y un accidente atómico se combinaron para matar decenas de miles de personas. Convocó a la unidad nacional del Japón para ayudarlos a salir adelante, pero advirtió su “preocupación” por el uso de energía atómica.
La armonía de los tres lenguajes le deja a Bergoglio un saldo más que positivo de una visita que esperaba desde 1987, cuando había pisado Tokio por primera vez en un viaje exprés. Un Bergoglio que mostró, además, la plenitud de su faceta jesuita, como bien apuntó en un suelo japonés la siempre aguda observadora Caroline Pigozzi, del Paris Match: no solo dedicó a ellos por completo el último día, sino que el viaje al país asiático emblema de la presencia de la Compañía de Jesús, se dio en medio de una serie de nombramientos en la Curia que ratifican con claridad que, además del primer latinoamericano, sin lugar a dudas Bergoglio es el primer jesuita de los 266 obispos que ha tenido Roma.
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Fuente: www.religiondigital.org