Francisco y los tiempos de Dios

Sr. Director:

Todos los papas responden al llamado de los tiempos de Dios. A Juan Pablo ii le correspondió liderar la Iglesia en un periodo de Guerra Fría y división. Luego, tras la consolidación del capitalismo y el avance de la modernidad, Benedicto XVI asumió la tarea titánica de demostrar que fe y razón no están reñidas, sino conectadas. Francisco, en esa línea, no fue la excepción. En una época marcada por el egoísmo, la indiferencia y la primacía del yo, y en medio de una profunda crisis en la Iglesia, el papa Bergoglio buscó acercar la Casa de Dios a las personas mediante austeridad, humildad y sabiduría práctica. Se encargó de recordar que todos los que habitamos este mundo somos frágiles y pecadores, y que, por lo tanto, en esta vida temporal, debemos esforzarnos por orientar nuestros actos hacia los demás, especialmente hacia los más vulnerables.

Por esta razón, quienes intenten comprender a Francisco desde una óptica política encontrarán una limitación importante. Si bien el Pontífice era consciente de las responsabilidades de su cargo, al liderar uno de los actores sociales más relevantes del mundo —un actor que además «no es una ONG», como él mismo dijo—, su mensaje no puede ser analizado únicamente desde relaciones de poder o ideológicas, pues su móvil fue una virtud teologal: la misericordia. Los argumentos que podrían interpretarse en clave ideológica dentro de sus encíclicas, en realidad están construidos desde aquella virtud. Su mensaje, en ese sentido, fue coherente. Recordó a los fieles la necesidad de tomar conciencia del impacto de sus acciones u omisiones sobre quienes menos pueden defenderse: los pobres, los niños —incluido el niño por nacer—, los enfermos, los ancianos y la naturaleza. En última instancia, este papa buscó, con sus limitaciones humanas, que la Iglesia recuperara su voz a través de él, para luego devolvérsela a quienes la han ido perdiendo entre nosotros.

Álvaro Vergara
Investigador IES