Guerras olvidadas: una víctima cada dos minutos. El compromiso de Cooperación Internacional

La organización humanitaria, que hoy opera en 33 países, recuerda la estimación del Uppsala Conflict Data Program, según la cual en el último año se registraron 61 conflictos: al menos 233.000 muertos.

Al menos 61 conflictos activos, 233.000 personas muertas en episodios de violencia armada —es decir, un promedio de 638 víctimas al día, una cada dos minutos— y más de 123 millones obligadas a huir: es un panorama dramático el que recuerda Coopi – Cooperación Internacional que, retomando la estimación del Uppsala Conflict Data Program, el programa de monitoreo sobre los conflictos de la universidad de la ciudad sueca, constata cómo en el último año el mundo ha asistido a un dramático aumento de crisis armadas que ha determinado un igualmente drástico crecimiento de la necesidad humanitaria.

La organización humanitaria, que opera en 33 países, entre ellos Sudán, Siria, Líbano, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Chad y Níger, evidencia cómo son más de 300 millones las personas que, en todo el mundo, se encuentran en condiciones de necesidad de asistencia humanitaria y protección. Y, sin embargo, «a menudo permanecen sin ser escuchadas, si no totalmente olvidadas», señala Claudio Ceravolo, presidente de Coopi – Cooperación Internacional, en una conversación con los medios vaticanos.

El sábado pasado en Milán la organización celebró el sexagésimo aniversario de su fundación, ocurrida en 1965 por obra del jesuita padre Vincenzo Barbieri, dando voz a la experiencia de quienes están comprometidos «cotidianamente al lado de personas individuales que viven estas tragedias», en particular en África y Medio Oriente. «Nuestros responsables y operadores locales nos han hablado, por ejemplo, de la zona de El Fasher, en Sudán, donde en este momento se encuentra uno de los campos de refugiados más grandes del país, sacudido por la guerra, y se trabaja en condiciones de extrema dificultad y peligrosidad».

En un conflicto que prosigue desde abril de 2023, precisamente en El Fasher los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido han intensificado recientemente los ataques en un momento en que el ejército sudanés y los grupos armados aliados a él intentan mantener el control de su último bastión en la región occidental de Darfur. Hay «familias que huyeron del campo de El Fasher, en el extremo occidental del país, que han viajado a pie durante dos días en el desierto para luego encontrar transportes de fortuna en autobuses y llegar a Puerto Sudán, donde en teoría debería haber mayor seguridad. Pero también Puerto Sudán últimamente está siendo bombardeado, teniendo en cuenta que en los conflictos se está difundiendo cada vez más el uso de drones, que resultan extremadamente letales».

En Sudán, Coopi lleva adelante intervenciones ligadas, entre otras cosas, a la seguridad alimentaria, a la mejora de las condiciones higiénicas, al abastecimiento de agua. En el país africano, recuerda el presidente, «estamos presentes ya desde hace 13 años: comenzamos a trabajar cuando aún estaban las revueltas contra Omar al-Bashir —quien después salió de la escena política en 2019 tras treinta años en el poder, ndr— y desde entonces nunca hemos abandonado a las poblaciones. Cuando estalló la guerra, tuvimos que dejar de lado los numerosos proyectos de desarrollo agrícola iniciados para llevar agua a las comunidades rurales, junto con los de educación y de lucha contra la violencia, para dedicarnos al 100% a la emergencia, es decir, apoyo alimentario, protección, suministro de tiendas de campaña, lámparas solares, mantas. Y continuamos haciéndolo tanto en las zonas golpeadas por los combates, como en otras en las que poco a poco se restablecen lentamente algunas condiciones básicas, como en Jartum: allí estamos comenzando a realizar las primeras intervenciones para permitir a la población reasentarse, en una realidad en la que por el momento no hay ni agua ni electricidad».

En Sudán, Coopi lleva adelante intervenciones ligadas, entre otras cosas, a la seguridad alimentaria, a la mejora de las condiciones higiénicas, al abastecimiento de agua.

Violencias, atrocidades, desplazamientos masivos caracterizan al mismo tiempo también el escenario de guerra en el este de la República Democrática del Congo. «La emergencia es cotidiana», refiere Ceravolo, en un contexto en el que se consumen no solo los enfrentamientos entre rebeldes M23 y el ejército de Kinsasa, sino también las acciones sangrientas de «otros grupos de rebeldes, formaciones locales, que no son en absoluto controlables»: la referencia es a «vejaciones y violencias contra los civiles, incluidas violencias sexuales». En la ciudad de Goma, tomada a fines de enero por los rebeldes M23, se asiste «casi cotidianamente —informa— a robos y actos de bandidaje. Precisamente en esas zonas del este del país, donde justamente la inseguridad reina soberana, es necesario dar un primerísimo apoyo a las poblaciones, con obras de protección, refugio, apoyo alimentario y a la maternidad». Solo posteriormente se podrá pensar «en iniciativas más de desarrollo o de reanudación de las actividades de subsistencia, también económicas, así como de educación», porque —cabe recordar— «en todas estas áreas los niños pierden años y años de escuela» a causa de la inestabilidad: y en la República Democrática del Congo, por desgracia, se prolonga ya desde hace más de tres décadas.

Una emergencia, la educativa, que también se vive en Siria, donde la guerra, el terremoto de 2023, la crisis económica y el aumento de los precios han agravado la pobreza y reducido el acceso a bienes y servicios esenciales. «Allí hay una generación privada de la infancia, niños que han perdido 4 o 5 años de escuela. En Damasco, Hama, Alepo estamos operativos en la formación de los docentes, en la rehabilitación de las escuelas, en el apoyo a menores con discapacidad y familias vulnerables con material escolar, cuadernos, libros, y tratando al mismo tiempo de dar un mínimo de seguridad». La guerra, hace notar además el presidente de Coopi, «trae siempre como secuela dolorosa una serie de dificultades que después se arrastran durante años y años. Por ejemplo, en Angola, donde el conflicto ya terminó hace decenios, aún se ven sus efectos desastrosos, sobre todo en los numerosísimos niños mutilados por las minas antipersona».

En tales contextos y en un momento de recortes globales a los financiamientos para la ayuda al desarrollo, un proceso de «localización» de las actividades, que implica un mayor protagonismo de ONG y operadores locales, aparece aún más determinante, evidencia Ceravolo. «Desde la fundación, el propósito de Coopi ha sido preparar a las poblaciones locales para reaccionar por sí solas a las crisis: actualmente para nuestra realidad significa acompañar a grupos organizados de las sociedades locales que demuestran la voluntad y la capacidad de hacerse cargo de los problemas: los asistimos en las fases iniciales, tratando de hacerlos lo más independientes posible, apoyándolos y haciéndolos crecer, de modo que puedan ser protagonistas de su futuro».


Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.

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