Hay veces que rodeado de gente te sientes solo.

Soledad que es recuerdo de personas y lugares que están lejos.

Soledad con palabras vacías en las conversaciones, sonrisas sin verdad y gestos sin valor.

Soledad que suspira diálogos que no necesiten palabras y donde la banda sonora de los días es un silencio helador.

Hay veces en los que el silencio grita y anhela pasar la página de la melancolía.

Y lo que ojeas provoca la nostalgia de tiempos pasados y tu mirada anda ciega ante el día a día.

Hay veces que los libros traen olores del pasado, las canciones trasladan lugares y las fotografías personas.

Que bailas con el viento, con los dedos acaricias amorosas texturas y degustas la áspera amargura del egoísmo.

Que mirando por la ventana esperas un nuevo día sin salir de casa para recuperar la jornada que has dado por perdida.

Que caminas sin destino ni horizonte porque no conoces el camino que llevas recorrido.

Hay veces que los sentimientos se enfrentan entre la comodidad de lo conocido y el pavor de lo que vendrá.

Que deseas salir, desplegar las alas y volar; que intentas soltar las amarras de los recuerdos.

Y te sientes enjaulado con las puertas y ventanas abiertas.

Hay veces que el tiempo se para.

Que esperas a que vuelvan los sueños de aquel día y desaparezcan los pensamientos de la noche.

Esas veces que sintiéndome solo estoy acompañado.

Acompañado por las personas que son nombres y apellidos en mi historia.

Acompañado por los lugares que son valles y montañas de mi vida.

Acompañado por los recuerdos que no borra el olvido de lo pasado.

Acompañado ante todo por el Todo entre todos, que está en todos y en todo.

Hay veces que me encuentro ante el Todo en la soledad de mis sentimientos, pensamientos y deseos.

Y esas veces, son tan pocas que las busco y las ansío, aunque solo eres Tú mi Dios quien me las regala.

Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: FreeImages.