Ideología, vacío programático y performatividad electoral

Dos candidaturas que, al menos en su performance televisiva, parecen sostenerse más en oposiciones binarias que en arquitecturas ideológicas bien perfiladas.

Al seguir atentamente el debate presidencial transmitido el martes por ANATEL entre Jeannette Jara y José Antonio Kast, me surgieron varias impresiones que considero pertinente desarrollar en esta columna. En un primer momento me interrogué acerca de cuál de los dos exhibía una impronta más nítidamente ideológica. La respuesta que emergía casi de inmediato remitía a Kast, cuya ubicación doctrinaria resulta manifiestamente más rígida, mientras que Jara proyecta una identidad política algo difuminada, cercana a una socialdemocracia con ribetes pragmáticos, bastante distante —paradójicamente— del imaginario más ortodoxo que sus detractores suelen atribuirle.

A su vez, y enlazando con lo anterior, la atmósfera que se desprendió del encuentro transmitía la sensación de que buena parte del electorado votará movido por lógicas del ‘anti’. Los simpatizantes de Kast probablemente lo harán más por rechazo al progresismo o al comunismo, según su propia retórica, que por una genuina adhesión programática; y quienes se inclinen por Jara, en no pocos casos, lo harán desde un antifascismo reactivo antes que desde una convicción sistemática. En suma, dos candidaturas que, al menos en su performance televisiva, parecen sostenerse más en oposiciones binarias que en arquitecturas ideológicas bien perfiladas.

Más llamativo aún es constatar cómo la estructura mediática, y particularmente ciertos formatos periodísticos, fuerzan a encapsular problemas de enorme densidad en intervenciones de escasos segundos. La política, sin embargo, no se deja reducir a esos tiempos vertiginosos; requiere reflexión, pausa, elaboración argumentativa. De ahí que este modelo de debate, que pretende resolver interrogantes complejas en respuestas de un minuto, resulte más bien ineficaz para un país que necesita deliberación pública y no una sucesión de frases de efecto. En ese registro, Kast dejó entrever con claridad su estrategia: administrar titulares, eludir profundizaciones y evitar definiciones operativas sobre el cómo.

Si revisamos el panorama con mayor distancia, lo que se vislumbra es la persistencia de un orden político que, en lo fundamental, reproduce lo existente. Para ciertos sectores de la derecha, la eventual llegada de Jara equivaldría a un giro revolucionario digno del viejo ideario del proletariado; una lectura más cercana al imaginario de la Guerra fría que al análisis. En cuanto a Kast, es plausible anticipar una intensificación de las coordenadas ya instaladas, profundamente favorables al mundo empresarial dentro de un capitalismo de redes y lealtades. Nada indica, por tanto, la irrupción de un horizonte poscapitalista, pese a los temores agitadores de algunos discursos.

Lo que se vislumbra es la persistencia de un orden político que, en lo fundamental, reproduce lo existente.

Si Jara fuese derrotada el próximo 14 de diciembre, el desenlace no sería atribuible únicamente al oficialismo o a los equipos que acompañan su candidatura. También sería, en gran medida, expresión del vacío ideológico que marcó el gobierno de Gabriel Boric. Su administración, lejos de desplegar un relato capaz de disputar el sentido común dominante, optó por una gestión eminentemente pragmática, sin mayor elaboración doctrinaria. Resulta sintomático, por ejemplo, que Televisión Nacional —un canal público bajo un gobierno progresista— no haya desarrollado una oferta programática que reforzara una identidad cultural alternativa, algo que contrasta con experiencias como la de España, donde la televisión pública sí exhibe lineamientos más afines al ideario del gobierno.

Esa ausencia de trabajo intelectual y simbólico explica, en parte, la erosión del progresismo en Chile, especialmente entre los sectores populares, quienes han desplazado su adhesión hacia opciones como el Partido de la Gente de Franco Parisi, que ha sabido interpelar malestares que la izquierda institucional dejó sin traducción política.


Imagen: Pexels.

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