Implicaciones éticas del triaje

El objetivo de la salud pública durante una emergencia de esta naturaleza es doble: tratar al mayor número de pacientes y salvar la mayor cantidad de vidas… Oremos por el personal médico.

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Se ha publicado (en México) la “Guía bioética para la asignación de recursos limitados de medicina crítica en situación de emergencia”, elaborada por varios especialistas que integran el Consejo de Salubridad General. La proponen como una ayuda a los médicos que deben tomar decisiones difíciles a la hora de seleccionar a qué enfermo dedicar un recurso que otros también necesitan y no hay para todos. Esta Guía no es una ley de los poderes legislativo, judicial o ejecutivo, sino una orientación, un posible camino a seguir en estos casos. Mejora algunos puntos del borrador primero. Conseguí una copia, que puedo compartir.

Su objetivo es “ser una guía bioética que proporcione criterios para orientar la toma de decisiones de triaje cuando una emergencia de salud pública genera una demanda en los recursos de medicina crítica que no es posible satisfacer”.

Triaje (o triage) es un término francés que se emplea en medicina para clasificar a los pacientes de acuerdo a la urgencia de atención, como cuando los médicos deben decidir a quién aplicar un tipo de sangre que varios necesitan y no hay más que para uno; o cuando médicos y enfermeras no se dan abasto para atender a tantos pacientes y han de decidir a cuál sí y a cuál no dedicar su tiempo; o cuando no hay respiradores artificiales suficientes y deben decidir a quién aplicarlo y a quién dejar sin él, sabiendo que, al excluir a uno, morirá; o cuando están en peligro la vida de la madre y de la criatura que lleva en su seno y deben decidir qué vida salvar.

Selecciono, entre otras cosas que dice la Guía, lo siguiente: “Dado que los recursos escasos a asignar generalmente se requieren para salvar vidas, su asignación a veces es considerada como si se eligiera quién morirá. Sin embargo, la evaluación anterior del acto de asignación de recursos escasos es errónea. Lo es porque la intención del médico(a) detrás del acto de asignar recursos escasos es elegir quién sobrevivirá. La muerte, o daño que sufre, la o el otro paciente se prevé, pero no se busca intencionalmente ni puede evitarse.

Un principio fundacional de la justicia social es que todas las personas tienen el mismo valor y los mismos derechos. Además del principio de justicia, los principios orientadores de esta Guía son: dignidad humana, solidaridad y equidad. En la práctica de la salud pública lo anterior se traduce en un principio de trato justo y de no exclusión. Esto quiere decir que por principio todas las personas son candidatas para recibir atención de la salud y a disfrutar del nivel más alto posible de salud física y mental. Características como: edad, sexo, afiliación política, orientación sexual, origen étnico o nacional, discapacidades, condiciones sociales y riqueza no excluyen a ningún paciente de ser candidato para recibir atención médica. Esto nos lleva a concluir que el objetivo de la salud pública durante una emergencia de esta naturaleza es doble: tratar al mayor número de pacientes y salvar la mayor cantidad de vidas.

La edad cronológica o tener una discapacidad no son de por sí características que excluyan a pacientes de ser candidatos(as) a recibir cuidados críticos. Es un error que ha de evitarse a toda costa asumir que tener cierta edad o cualquier discapacidad es sinónimo de tener una calidad de vida inferior, un pronóstico desfavorable, o mala salud. Se debe cuidar que la limitación al derecho social a la salud no castigue más a poblaciones en situación de vulnerabilidad, como personas privadas de la libertad, personas migrantes y minorías étnicas. El principio de orden de llegada no se debe seguir durante una emergencia sanitaria.

A las y los pacientes a quienes no se les asignen recursos de medicina crítica, o a quienes se les retiren, se les debe dar dentro del hospital tratamiento de soporte, o en su caso cuidados paliativos. Lo anterior asegura el deber ético del no abandono del paciente. Que un(a) paciente no vaya a recibir recursos de medicina crítica no quiere decir que se le niegue tratamiento hospitalario”. Esto implica que se le deben dar siempre alimentos, hidratación, limpieza y vía aérea permeable.

Lo más delicado es esto: “Las y los pacientes que tienen mayor probabilidad de sobrevivir con la ayuda de la medicina crítica son priorizados sobre los pacientes que tienen menor probabilidad de sobrevivir”. Es la decisión más crítica: negar, por ejemplo, un ventilador mecánico a alguien cuya muerte se prevé inminente o cercana, por sus enfermedades previas, y aplicarlo a alguien que tiene más probabilidades de sobrevivir. Lo que se intenta es salvar más vidas, no dejar morir a una persona. Es una acción analógica, no es por tanto lo mismo, a la de doble efecto, que el Catecismo de la Iglesia Católica considera moralmente lícita: se procura la vida, aunque se prevé la muerte; esta es inevitable en un paciente; no es una acción voluntaria del personal médico, y no equivaldría a la eutanasia. Se quiere el bien, no el mal. (cf CATIC 2263). Quizá falte explicitar más los criterios a seguir, como proporcionalidad y posibilidades de éxito.

Pensar

Dios nos hizo a todos a su imagen y semejanza (cf Gén 1,27). Por tanto, no debe haber discriminación de personas por ningún motivo. Todos valemos lo mismo. Esto es ética básica. Jesús nos insiste en el principio fundamental del amor entre unos y otros (cf Jn 13,34-35). Y nos dice: “Traten a los demás como ustedes quieren que ellos los traten” (Lc 6,31). Esto es ética de la más noble. Sin embargo, su ética es sublime, divina, pues dio la vida por nosotros, aunque no lo merecíamos (cf Rom 5,8), y nos dice que la máxima prueba de amor es dar la vida para que otros tengan vida (cf Jn 15,13). Esto puede implicar renunciar, por ejemplo, a recibir un respirador mecánico, exponiéndose a la propia muerte, para que se lo asignen a otro y este viva. Esto es más que ética; es amor a lo divino.

La Dimensión de Vida, de nuestra Conferencia Episcopal, que preside Mons. José Jesús Herrera Quiñónez, obispo de Nuevo Casas Grandes, emitió un importante documento al respecto, y cita lo que dice la Pontifica Academia para la Vida: “Las condiciones de emergencia en las que se encuentran muchos países pueden llegar a obligar a los médicos a tomar decisiones dramáticas y lacerantes para racionar los recursos limitados, que no están disponibles para todos al mismo tiempo. En ese momento, tras haber hecho todo lo posible a nivel organizativo para evitar el racionamiento, debe tenerse siempre presente que la decisión no se puede basar en una diferencia en el valor de la vida humana y la dignidad de cada persona, que siempre son iguales y valiosísimas. La decisión se refiere más bien a la utilización de los tratamientos de la mejor manera posible en función de las necesidades del paciente, es decir, de la gravedad de su enfermedad y de su necesidad de tratamiento, y a la evaluación de los beneficios clínicos que el tratamiento puede lograr, en términos de pronóstico. La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, ya que si fuera así se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles. Además, es necesario formular criterios que sean, en la medida de lo posible, compartidos y argumentados, para evitar la arbitrariedad o la improvisación en situaciones de emergencia, como nos ha enseñado la medicina de catástrofes” (30-III-2020).

Actuar

Es de justicia exigir al gobierno que suspenda algunos de sus proyectos insignias y destine esos recursos a comprar más ventiladores mecánicos y otros implementos médicos de primera necesidad, pues son prioritarias la salud y la vida.

“Oremos por el personal médico”, para que el Espíritu Santo les asista con el don de la sabiduría, la prudencia y la fortaleza.

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Fuente: https://es.zenit.org

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