Sr. Director:
La Inteligencia Artificial (IA) es un enorme adelanto de las redes de información, que se impone con rapidez. Junto a la ilustración que nos trae, está su sombra: su capacidad para crear relatos no siempre ciertos, autónomos y completamente ajenos a la intención del grupo de informáticos que le dio existencia.
En esencia, la IA es una determinada ruta informática para tomar decisiones, muchas veces binarias, como opción a o b: los llamados algoritmos. Resulta dramático que se diferencien de todo lo que hemos conocido hasta ahora, pues corresponden a la primera red capaz de pensar y tomar decisiones por sí y para sí sola, que, de tanto repetirse, van creando relatos que se pueden volver creencias y conductas a seguir. Inadvertidamente o no, estos nuevos algoritmos se escaparían del control de sus diseñadores, creando una visión nueva de la vida, en su más amplio sentido.
En la pediatría del desarrollo, esta tendencia se da con mucho vigor. Ya es posible encontrar en Internet varios chatbots (robots que nos conversan libremente por internet), que señalan muchísimo más que marcar 1 si se quiere una cosa o marcar 2 si se busca otra. Se trata de algo impresionantemente mayor. Nos responden con más empatía y correcta acuciosidad que cualquier prestador de salud especializado en psicopatología infantojuvenil. Asimismo, como si no bastara con ello, están disponibles para ayudar con un solo toque del teclado a los niños o sus atribulados padres durante los 24/7 períodos del tiempo. Ningún profesional podrá jamás competir con esa oferta.
Estos programas están destinados a ser una herramienta para millones niños. Actúan en tiempo real, entregando un mensaje en tono comprensivo y/o compasivo a niños con problemas vivenciales, justo a una edad y situación particularmente vulnerables. ¿Y si hubiera aspectos indebidos, aparentemente inocentes, en estas pautas y mensajes que el niño recibe?
Al analizar lo sucedido con redes de información anteriores, aunque mucho más rudimentarias, el resultado ha sido siempre de luces y sombras. La imprenta, el telégrafo, la radio o la televisión han terminado al servicio de intereses de dominación, muy distintos al esperanzador beneficio que esperaban sus inventores. Con esta nueva red informática puede suceder lo mismo, salvo que la conciencia que despierte en la sociedad sea capaz de impulsar una guía ética destinada a hacer de la IA una herramienta para el desarrollo y felicidad del hombre.
Dr. Fernando Ruiz-Esquide Espinoza