Ir a lo esencial

Hace unos días, viajando en una aerolínea de bajo coste, me fijé en la atención del tipo de «servicio» que ofrecían a bordo. Más que centrarse en lo esencial del vuelo, parecía que el objetivo era vender, desde perfumes y boletos de lotería hasta rifas de un coche, todo acompañado por un hilo musical más propio de una tómbola que de un transporte.

Esto me llevó a una pregunta más profunda: y yo, ¿hago lo que es esencial de mi ser, o me distraigo con aquello para lo que no he sido creado? Si pensamos en lo fundamental de un vuelo, su propósito es sencillo: llevarnos de un punto X a un punto Y por un precio Z. En sus inicios, los vuelos ofrecían algún aperitivo como gesto de cortesía, pero con el tiempo, la prioridad ha cambiado. Ahora, más que el viaje en sí, parece que lo importante es el negocio que se genera a bordo.

¿Hago lo que es esencial de mi ser, o me distraigo con aquello para lo que no he sido creado?

¿Quizás nos pasa lo mismo en nuestra vida? No quiero desviarme de aquello para lo que Dios me ha creado, de mi verdadera vocación. Pero al igual que en esos vuelos donde el ruido y la venta insisten en distraer, en mi día a día también hay voces que me apartan de mi principio y fundamento.

Por eso, el examen diario se convierte en un momento fundamental, donde puedo reconocer cómo Dios me guía, cómo corrige mis pasos y me ayuda a discernir entre lo esencial y lo accesorio. También descubro cómo ciertas pasiones y pensamientos desordenados —a menudo cubiertos de una música tentadora— pueden alejarme de mi verdadero rumbo.

Que nunca perdamos de vista nuestro destino. Que no nos distraigan las ofertas del mundo al punto de olvidar lo que realmente somos y para qué hemos sido creados.

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Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.