Hace unos dos meses y medio que camino. Cada día entre 20 y 30 kilómetros. Me dirijo a Jerusalén. Paso cada día bastantes horas solo: caminando, atravesando valles, montañas y ríos. Campos de maíz, bosques, pueblos, ciudades… Por las tardes, llegado al destino del día, intento encontrar a la gente, conversar…
Nadie se lanza a caminar cinco meses sin una enorme necesidad o un gran objetivo. El mío es Jerusalén. ¿Pero cuál es “mi” Jerusalén? Seguro que tengo de ella una imagen idealizada: ¡Tierra Santa! Comparto algo del “fanatismo” del Ignacio recién convertido. A él le duró poco la ilusión de quedarse a vivir allá: en una semana lo ponían de patitas en la calle. Por mi parte, sé que la realidad de la Ciudad Santa me decepcionará. Camino hacia muchas cosas a la vez. Me imagino como Abraham en marcha hacia la promesa de Dios, como el hijo pródigo hacia su padre, camino hacia Dios y hacia mí mismo… Muchas cosas que la Jerusalén real no me puede dar. Pero esos deseos y sueños me ponen en marcha…
Nadie se lanza a caminar cinco meses sin una enorme necesidad o un gran objetivo. El mío es Jerusalén. ¿Pero cuál es “mi” Jerusalén?
¿Qué he recibido hasta ahora? En primer lugar, alegría. Una alegría que proviene, pienso, de la vida sencilla, que va a lo esencial: caminar, sentir, vivir cada instante, conectar con la naturaleza… También sentirme extranjero, no entender muchas cosas, preguntar, pedir, ser ayudado y acogido, a veces rechazado… Un poco lo que viven los pobres, aunque mi pobreza está muy “domesticada”…
Me siento pequeño y frágil, pero también movido por una fuerza indestructible, que no es mía. Siento como si Dios me estuviese abrigando y acariciando con manos francesas, húngaras, serbias… hermanos y madres siempre nuevos, pues cada día duermo en un lugar diferente.
En definitiva, mucho regalo. Me puse en camino porque necesitaba parar, reencontrarme, rezar… Necesitaba que Dios que me ayude a situar las prioridades en la etapa que empiezo (entrando en los 50 años). No sé qué saldrá de esta aventura. De momento, siento que Dios me dice: “Alexis, sorbe la vida a cada trago. Acoge en cada instante lo que recibes. Y agradécelo a pleno pulmón. Ya veremos qué viene después”. ¡Y eso es lo que intento hacer!
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: FreeImages.