Jubileo y camino compartido

En los pueblos originarios resuena la sabiduría de un Evangelio vivido antes de ser proclamado: el cuidado de la Madre Tierra, la comunión entre generaciones, la reciprocidad y la fiesta compartida.

El Jubileo de los Pueblos Originarios nos invita a detener el paso y escuchar el latido de la Tierra. Es un tiempo de gracia en el que el Espíritu nos llama a recordar con humildad, sanar las heridas de la historia y abrirnos al don de quienes custodian la vida desde tiempos antiguos. El Jubileo no es solo celebración del pasado, sino anuncio de un futuro reconciliado donde cada pueblo pueda vivir según la armonía que Dios soñó para toda la creación.

En los pueblos originarios resuena la sabiduría de un Evangelio vivido antes de ser proclamado: el cuidado de la Madre Tierra, la comunión entre generaciones, la reciprocidad y la fiesta compartida. Su espiritualidad nos recuerda que todo está vinculado, que la tierra es altar y la vida, sacramento.

Para quienes seguimos a Jesús, este tiempo es una oportunidad de conversión profunda. No se trata de «llevar a Dios» a los pueblos, sino de descubrirlo ya presente en sus cantos, en sus danzas, en sus luchas y silencios. Evangelizar hoy significa dejarse evangelizar por ellos, aprender su modo de escuchar, de agradecer y de celebrar.

No se trata de «llevar a Dios» a los pueblos, sino de descubrirlo ya presente en sus cantos, en sus danzas, en sus luchas y silencios.

El Jubileo se convierte así en un acto espiritual de comunión y esperanza. Dios sigue caminando con su pueblo, curando las memorias heridas y despertando nuevas alianzas de amor y respeto. Que sepamos reconocer su paso entre nosotros y dejarnos transformar por el Espíritu que todo lo renueva.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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