A miles de refugiados y desplazados se les niega el derecho a la educación. Y sin acceso a una educación de calidad, se les impide encontrar esperanza y prepararse para su futuro, por incierto que sea.
El derecho a la educación es un salvavidas para los refugiados y desplazados dado que proporciona estabilidad y una sensación de normalidad. Las escuelas son lugares seguros que reducen el riesgo de exposición a abusos y violencia para los más vulnerables. El acceso a la educación favorece la curación y la adquisición de nuevas habilidades, lo que permite a los refugiados liberar todo su potencial y participar fácilmente en la vida de sus nuevas comunidades.
Sin embargo, hay miles de refugiados y desplazados a los que se niega su derecho a la educación. Sin acceso a una educación de calidad, a menudo se les impide encontrar esperanza y prepararse adecuadamente para su futuro, por incierto que este sea.
En situaciones frágiles, como la de vivir en el exilio, la permanencia en la escuela protege a las chicas contra la violencia sexual y de género, el matrimonio infantil y el embarazo precoz. No obstante, las chicas desplazadas se encuentran entre las que afrontan dificultades desproporcionadas para acceder y continuar con su educación.
Avanzar en su educación allana el camino hacia la autosuficiencia, permitiendo a las chicas contribuir activamente al crecimiento y bienestar de sus familias y comunidades.
Como es el caso de Divine, que creció en el campo de refugiados de Dzaleka, en Malaui. La complejidad de la vida en un campo de refugiados se vio agravada por la influencia de su padrastro, que no veía el valor de proporcionar educación a una niña y se vio obligada a realizar tareas domésticas en lugar de ir a la escuela. Decidida a perseguir su sueño de ser enfermera, consiguió terminar la secundaria y una vez presentada al Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), Divine recibió una beca y hoy estudia enfermería en la Universidad de Mzuzu.
“Acepta el reto y sigue adelante a pesar de los obstáculos”, dice a otras chicas y mujeres refugiadas, animándolas a estudiar y a tener la posibilidad de elegir por sí mismas el futuro que quieren.
Para romper con la tendencia de interrumpir el aprendizaje, el JRS también lleva a cabo Programas de Educación Acelerada (PEA) (esta publicación está disponible en inglés). Se trata de programas de aprendizaje flexibles y adaptados a la edad de los alumnos, cuyo objetivo principal es ofrecer una educación de calidad sin dejar a nadie atrás. Proporcionamos a los estudiantes habilidades educativas que compensan los años pasados fuera del rango de edad típico para la educación secundaria debido a interrupciones vitales relacionadas con la crisis.
Proporcionar a los niños apoyo educativo en un ambiente seguro y afectuoso favorece su recuperación socioemocional y su bienestar. Les permite cultivar sus talentos y habilidades, y facilita su participación positiva en las nuevas comunidades.
Para los menores desplazados, adaptarse a un nuevo contexto no es fácil; la violencia, la discriminación y la exclusión social causan heridas invisibles en niños y jóvenes refugiados. Las experiencias negativas asociadas a la huida de sus países de origen y la llegada a las nuevas comunidades de acogida pueden afectar gravemente a su salud mental y física, su desarrollo cognitivo y su rendimiento académico.
Para los menores desplazados, adaptarse a un nuevo contexto no es fácil; la violencia, la discriminación y la exclusión social causan heridas invisibles en niños y jóvenes refugiados.
Esto es lo que le ocurrió a Leila. Se refugió en el Líbano tras el conflicto en Siria. La guerra afectó a su vida personal y académica, y a la lucha por acceder a la escuela pública —debido a la falta de documentos oficiales— se sumó la dificultad de procesar las atrocidades vividas durante el conflicto.
Sus padres la matricularon en una escuela gestionada por el JRS en Mikseh. Gracias a la intervención integrada de salud mental y apoyo psicosocial (SMAPS) y a la educación, Leila descubrió su talento y su pasión por el dibujo y la pintura.
El arte se convirtió en su forma de sanar, permitiéndole expresar y procesar las emociones y experiencias que habían marcado su viaje.
La falta de profesores y personal educativo formados, la inadecuación de las infraestructuras físicas y los materiales didácticos son otros tantos obstáculos para la escolarización de muchos alumnos, especialmente los discapacitados.
La exclusión de la participación en actividades sociales y del acceso a la educación les hace muy vulnerables a los abusos, la estigmatización y la segregación por parte del resto de la sociedad.
La creación de entornos de aprendizaje inclusivos permite derribar las barreras físicas, sociales, culturales y políticas que marginan y excluyen a los niños discapacitados de disfrutar de las mismas oportunidades que sus compañeros.
El JRS ha desarrollado una guía (esta publicación está disponible en inglés) para mejorar y apoyar los proyectos de educación inclusiva y para acompañar al personal de campo de la organización en la creación de un entorno de aprendizaje más inclusivo.
Mejorar las oportunidades educativas puede ayudar a los refugiados a determinar su propio futuro. No solo lleva a la autosuficiencia económica, sino que restaura la dignidad, la confianza y la esperanza, promoviendo así la integración en la comunidad local y fortaleciendo la cohesión social.
A través de la capacitación profesional y del programa Pathfinder del JRS, los jóvenes adquieren recursos y conocimientos que les permiten crecer profesional y personalmente. Mahamat es uno de los participantes en estos proyectos.
Es un refugiado que vive en Garoua Boulai, una ciudad en la frontera entre Camerún y la República Centroafricana (RCA). Obligado a abandonar la escuela en su país, una vez que llegó a Camerún, Mahamat recibió formación en mantenimiento informático y abrió su propio negocio. Ofrece servicios de fotocopiado, impresión, reparación de ordenadores y otros más. Cree que se trata de un recurso vital para la comunidad, porque hoy el mundo está informatizado y los habitantes de Garoua Boulai también necesitan acceder a este tipo de servicios. “La gente me felicita por esta iniciativa. Estoy muy orgulloso y todos los vecinos de aquí me animan”, afirma.
La educación no consiste simplemente en aprender, sino en curar, promover relaciones significativas y construir comunidades pacíficas y resilientes. Genera esperanza al tiempo que prepara a los refugiados para afrontar los retos del futuro.
Fuente: https://jrs.net/es / Imagen: Servicio Jesuita a Refugiados.