¿Y si lo que está en este momento en guerra es la cultura frente a la barbarie?
Desde hace tiempo, en bastantes foros, se viene defendiendo que estamos inmersos en una «guerra cultural». Visiones contrapuestas del mundo, de la sociedad, del ser humano, se estarían enfrentando en una batalla ideológica que se está luchando encarnizadamente en las redes y en los medios de comunicación, para ofrecer visiones alternativas del mundo. Así como las guerras mundiales tenían varios frentes al tiempo, esta guerra también se lucha en diversos escenarios: la política, la economía, el arte, el cine, la religión…
Es una guerra sin cuartel. Detrás de ello, la búsqueda del poder y de configurar la sociedad de manera excluyente —donde no tenga cabida el antangonista—. Quien no tome partido será un pánfilo o un incauto. Y, en el peor de los casos, un buenista convencido de que «los otros» van a conformarse con buenas palabras. No hay alternativa, dicen quienes llaman a las armas (intelectuales, esperemos) para defender sus principios. No deja de haber una parte de verdad en que la polarización hace difíciles los centros (y ambiguas las neutralidades). Tampoco en que bonitas palabras sobre la tolerancia difícilmente consiguen contrarrestar los hechos a menudo cargados de intolerancia y sectarismo.
Pero yo me pregunto si de verdad es esa la guerra que se está luchando. ¿Estamos de verdad en la guerra entre dos (o más) cosmovisiones? ¿No estarán en realidad en el mismo bando quienes enarbolan las banderas opuestas, porque todos ellos salen ganando de esta estridencia y polarización? Es más, mientras todos ellos alborotan, como peones sacrificables en una partida de ajedrez, los verdaderos ganadores son las grandes fortunas globales, intactas y cada vez más impunes.
¿Y si lo que está en este momento en guerra es la cultura frente a la barbarie? ¿Y si lo que nos estamos jugando es arrojar por la borda herramientas como el diálogo, el rigor intelectual, la capacidad crítica, la democracia, la reflexión, el respeto a la verdad, o la dimensión ética de la existencia? Herramientas que la civilización ha conseguido tras muchos siglos de aprendizaje —a menudo doloroso—. Tal vez vivimos en una sociedad que ha olvidado aquellos aprendizajes, y la barbarie se convierte en una respuesta demagógica, emocional, pasional y desmedida, que enmascara la falta de sentido y la incapacidad para aceptar la lentitud, la frustración y la diferencia. La barbarie va conquistando a periodistas, políticos, creyentes, artistas, y ciudadanos que engrosan las filas de los indignados (unos contra otros).
Una de las mayores dificultades en todo este embrollo es que a veces ambas guerras se parecen bastante.
La cultura tiene las de perder en este momento. Los bárbaros tienen sus motivos. Hay desencanto. Hay enfado —legítimo— con muchas de las inconsistencias de esa civilización que ha tragado sapos y camellos. Hay hastío por la mezcla de creación y atrofia, de avance y decadencia, de pensamiento y trivialidad de los nuevos gurús. Hay reacción frente al relativismo y el materialismo ramplón que a muchos saca de quicio. Pero la solución no es esa guerra. Eso solo será la antesala de totalitarismos (culturales, mediáticos o políticos). Tal vez diferentes a los que contempló el siglo XX, pero, al fin y al cabo, avasalladores. Los defensores de la cultura tienen mucho terreno que recuperar ahora. Y no sé si hay ya vuelta atrás.
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Fuente: https://pastoralsj.org