La Pascua como fisura que fecunda

La Pascua fisura para fecundar, para renovar y para resucitar con el Resucitado.

Quisiera proponerles pensar la Pascua desde la figura de la fisura y, desde allí, reconocer cuáles podrían ser las consecuencias de dicha comprensión. Según la RAE la fisura se define como una grieta que se produce en un objeto. La fisura tiene que ver con abrir un camino nuevo. La Pascua viene a fisurar algo en nosotros, en la historia, en nuestra comprensión de las cosas y ella misma es una fisura. Ese es el corazón de lo que quisiera proponerles en este artículo.

Entonces, ¿qué viene a fisurar la Pascua? ¿por qué podemos pensarla desde la imagen de la fisura? En primer lugar, la Pascua fisura la imagen exitista de Dios. El teólogo alemán Johann Baptist Metz en su libro Memoria Passionis: una evocación provocadora en una sociedad pluralista (2007), indica que la muerte y resurrección de Jesús muestran que la confesión de fe en Dios pasa por el reconocimiento de la fragilidad de ese mismo Dios. La cruz, dice Metz, debe hacernos evitar los lenguajes ingenuos y tranquilizantes sobre Dios y, desde esa intranquilidad, abrirnos el paso (¡la pascua!) para pensar a Dios desde nuestra vulnerabilidad.

En segundo lugar, la Pascua viene a fisurar nuestras propias tumbas. Siempre me ha sido provocador pensar que la comunidad que estaba en la sala con las puertas cerradas, llenos de miedo (Cf. Jn 20), estaban en una especie de tumba espiritual, moral y de sentido. Si el Maestro había sido ajusticiado, ¿qué podría pasar con ellos? Y es en medio de esas puertas cerradas donde Jesús se aparece derribando un sinnúmero de puertas y tumbas interiores tanto de los discípulos como de nosotros mismos.

Y en esa misma sala se da una segunda fisura. El domingo de la Pascua no estaba Tomás. Cuando los discípulos le cuentan que vieron al Señor, Tomás no cree y pide pruebas concretas para poder creer. A los ocho días, Tomás estaba dentro (¡un dato a considerar!) de la comunidad y Jesús vuelve a aparecer en medio de ellos e invita a Tomás a acercarse y tocar sus manos y costado. Aquí se da un encuentro interesante: Tomás fisurado que es invitado por Jesús a tocar sus manos y costado fisurados. La fisura Resucitada se deja tocar por Tomás y todas sus fisuras internas. Y, al tocarlo, podemos pensar cómo la Pascua viene a fisurar nuestras certidumbres, nuestro querer controlar a Dios o nuestros deseos de construir iglesias narcisistas.

Con ello la Pascua fisura para fecundar, para renovar y para resucitar con el Resucitado. La fisura de la Pascua es aquella que abre posibilidades en medio de un mundo determinista en donde las opciones desaparecen. Es como lo que Alejandra Pizarnik dice en su poema “El olvido”: “En la otra orilla de la noche/ el amor es posible”. Y el poeta Miguel Mendieta en su poema “Genética” afirma: “Palabra que fluye del aliento/ comprometida con los solitarios y el hollín del mundo”. Y en otro lugar del mismo poema “Genética” Mendieta indica: “Palabra que llora fragmentos de una historia herida/ sueña con la magia de este mundo/ que aún no se siente derrotado”.

Es necesario volver a mirar y volver a aprender a mirar la Pascua de Jesús, quitándole toda esa ingenuidad que a veces podemos darle. La Pascua no es solo una celebración que ocurre una vez al año. La Pascua tiene que ver con nuestras propias vidas, con nuestras fisuras y nuestros sueños de dar fecundidad a la misma vida. El Resucitado viene a transformar nuestras fisuras desde sus propias fisuras (las marcas de la pasión). Eso es un signo de una humanización que continúa latiendo e invitándonos a hacerla latir en cada vida.

¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Feliz Pascua, fisura y fecundidad! MSJ

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