Antes que una amenaza o un signo de su obsolescencia, las novedades tecnológicas, culturales y económicas sirven para poner en valor la sabiduría genuina de los ritos, la contemplación, la lentitud o el descanso.
Tras un viaje a Japón preguntaron al papa Francisco qué podría aprender Occidente de Oriente, y respondió que «a occidente le falta un poco de poesía». Entre quienes han tratado de sanar esta falta con su obra destaca el filósofo Byung-Chul Han, último Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Su doble nacionalidad, surcoreana y alemana, es en sí un puente entre ambas culturas. Sin disolver la conciencia de su origen ha consagrado su obra a exportar el legado de sus raíces y ponerlos en diálogo fecundo con lo nuevo y lo diverso. Han es un símbolo de la fecundidad de los intercambios culturales, en un tiempo en el que lo exótico es más bien sinónimo de superficialidad.
Aun sin ser un «poeta», la obra de Han tiene mucho de poesía por la capacidad de síntesis, nombrar realidades nuevas y ofrecer una mirada profunda a lo inadvertido. Con una fórmula de ensayos breves con temas sugerentes y títulos atractivos se ha convertido en una constante entre las novedades editoriales. Y lúcido y original al tomar el pulso a nuestro tiempo, su nombre es ya sinónimo de diagnósticos incisivos y propuestas de alivio a horizontes distópicos.
Aun sin ser un «poeta», la obra de Han tiene mucho de poesía por la capacidad de síntesis, nombrar realidades nuevas y ofrecer una mirada profunda a lo inadvertido.
El Princesa de Asturias de Byung-Chul Han nos brinda una ocasión para leerlo y redescubrir que antes que una amenaza o un signo de su obsolescencia, las novedades tecnológicas, culturales y económicas sirven para poner en valor la sabiduría genuina de los ritos, la contemplación, la lentitud o el descanso; y que expuestos al contacto con lo novedoso podemos revitalizar lo tradicional.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.