Lo religioso ha de manifestarse en lo externo y también en lo interno, ambas realidades se necesitan.
Hablamos mucho de secularización, porque sentimos —y diría, padecemos— sus efectos a través del paso del tiempo. Asumo que también tiene sus ventajas, pero vemos cómo parece que lo sagrado se diluye en la sociedad del espectáculo y donde mucha gente se vuelve menos tolerante cada vez que habla de la Iglesia, y el mensaje religioso no solo es apartado y olvidado, sino que es ridiculizado por muchos sectores. Y también debemos reconocer cómo la palabra secularización se convierte en un cajón de sastre, donde entra todo lo que tiene que ver con la reducción de lo religioso.
Sin embargo, a mi me preocupa, sobre todo, la secularización del alma. No solo cuando se pierde en lo externo, sino cuando se pierde en lo interno. Cuando claudicamos ante la rutina y no vemos la novedad de Dios y renunciamos a la alegría del Evangelio. Cuando el perdón y la reconciliación con el prójimo desaparecen de nuestro vocabulario. Cuando el materialismo tapa cualquier atisbo de esperanza. Cuando jóvenes renuncian a crear vida y ser padres por el único deseo de «pasarlo bien». Cuando consagramos nuestra vida al éxito, al dinero y al placer adornando nuestras decisiones con palabras bonitas. Cuando decidimos vivir para nosotros y no para los demás. Cuando consideramos que la compasión y la misericordia son cosas de otro tiempo. Cuando solo utilizamos categorías mundanas para comprender nuestra realidad. Cuando miramos el mundo y nuestra vida como si Dios no existiera.
Me preocupa, sobre todo, la secularización del alma. No solo cuando se pierde en lo externo, sino cuando se pierde en lo interno. Cuando claudicamos ante la rutina y no vemos la novedad de Dios y renunciamos a la alegría del Evangelio.
Lo religioso ha de manifestarse en lo externo y también en lo interno, ambas realidades se necesitan, porque lo visible necesita lo invisible, y viceversa. Quizás por eso es tan importante la oración sincera, para que cuando hablemos de Buena Noticia, esta también se pueda hacer realidad y crecer con fuerza en nuestras propias vidas, porque nosotros también necesitamos ser evangelizados por un Dios que sigue contando con nosotros.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.