Varios países han pedido salir del organismo surgido en 2011 acusado de poseer un sesgo ideológico de izquierda. Se pasa de un extremo al otro.
¿La UNASUR tiene los días contados? Cada vez más gobiernos de América del Sur toman distancia de un organismo nacido para dar cuerpo a una autonomía política que la región nunca ha demostrado en décadas, aunque ello ocurriera inspirado por un sesgo ideológico de izquierda.
En estos días, el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, le dijo a la prensa extranjera que el edificio sede de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), ubicada en Quito, es un elefante blanco y que habrá que destinarlo a un mejor uso. El edificio fue inaugurado con pompa por el anterior gobierno de Rafael Correa, sin embargo, la infraestructura no sirve para las funciones planificadas. El presidente Moreno recordó además que Argentina, Colombia, Chile, Brasil, Paraguay y Perú han pedido la salida del organismo creado en 2011.
Algunos de esos países han ido optando por gobiernos de signo político distinto al que caracterizó a la región en la primera parte del siglo XXI. Adicionalmente, la falta de consenso desde inicios de año ha impedido que la Secretaría funcione, debido a que no hubo acuerdo sobre quién pudiera ejercerla.
El mandatario de Ecuador defiende la existencia de un organismo sudamericano, y aduce la falta de desarrollo de la UNASUR a errores humanos y a “fantasmas ideológicos”. Pero es evidente que está marcando distancia con animadores ideológicos como Nicolás Maduro y Evo Morales, en un contexto de paulatino deterioro de la tendencia. Más dura es la postura del presidente electo de Colombia, Iván Duque, quien pidió durante su reciente visita a la Organización de Estados Americanos, acabar con la UNASUR y cerrarle espacios al gobierno de Nicolás Maduro quien, a juicio de muchos, ejerce en modo abusivo sus funciones. En realidad, si es abusivo el ejercicio de la presidencia de Maduro, nadie podría calificar de totalmente legal el ejercicio del mandato del brasileño Michel Temer, que adolece de serios problemas de legitimidad.
Por otro lado, si la acción de la UNASUR se vio excesivamente condicionada por el sesgo ideológico de los gobiernos que la instituyeron, las posturas de signo opuesto impiden ver la sustancia de la cuestión, que es la de dotar a la región de la necesaria autonomía política, en el entendido de que ningún país podrá por sí mismo afrontar los problemas de desarrollo que plantea la globalización en sus múltiples planos, comenzando por el cambio climático. Habría que evitar, por tanto, el error de anclar la política de la UNASUR a una determinada ideología y buscar objetivos comunes a todos sus países miembros. La alternativa es volver a la inconsistencia política que nos ha caracterizado por años, a la subordinación y a la dependencia de los países centrales.
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Fuente: http://ciudadnueva.com.ar