¿Estamos dispuestos/as a mirar, tratar y dignificar como Jesús?
Domingo 12 de octubre
Lc 17, 11-19.
Hoy me presento, Jesús, con sed de ti, necesito de tu amor y cercanía, te ofrezco mi vida para que tú te hagas presente en ella como una luz en mi camino, que necesita ser alumbrado, cuidado y orientado. Aquí estoy, Jesús, queriendo hilvanar las fibras más frágiles de mi Vida. Tú conoces mis angustias y preocupaciones, te las presento, soy una/o leprosa/o que necesita con urgencia desvelar y cuidar la esperanza. Te invito a escuchar la canción, «Soy tu leproso», de Itala y Juanjo: https://www.youtube.com/watch?v=q4VO7nxhgoA
De camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos. Se detuvieron a cierta distancia y gritaban: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». Jesús les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes».
Mientras iban, quedaron sanos. Uno de ellos, al verse sano, volvió de inmediato alabando a Dios en alta voz, y se echó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole las gracias. Era un samaritano.
Jesús entonces preguntó: «¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranjero?». Y Jesús le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
En el Evangelio de hoy nos encontramos con Jesús caminando hacia Jerusalén, atravesando la frontera entre Samaría y Galilea. Estos lugares nos conectan con la exclusión, dado que en estos espacios geográficos habitaban los leprosos, quienes por su enfermedad no podían tener contacto y tampoco experiencias comunitarias. Ellos vivían en el olvido, su dignidad no era reconocida por la sociedad. ¿Cuántos grupos de personas hoy en nuestra sociedad viven olvidados y excluidos, refugiados en sus propias lepras y dolores? Y nosotros/as seguimos viviendo como si los sujetos emergentes no existieran. ¿Por qué tanta indiferencia nos habita y nos deshumaniza cada vez más?
El dolor y el sufrimiento nos tienen que movilizar a ser agentes tejedores de una cultura social comunitaria al modo de Jesús. Él escucha el clamor de los leprosos, quienes piden ser curados: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». Esta solicitación nace de las extrañas de la exclusión y la marginación, hace que Jesús les devuelva la dignidad de hijos: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Mientras iban quedaron sanos. Recobrar la salud física es reconocer que la Esperanza siempre persiste, el vértigo de la incertidumbre y del olvido se vuelve Luz y Vida.
El dolor y el sufrimiento nos tiene que movilizar a ser agentes tejedores de una cultura social comunitaria al modo de Jesús.
Hoy en día nos siguen acompañando muchos leprosos, algunos/as con heridas visibles; otros, invisibles, simbólicas, pero siguen siendo condenados/as a vivir sin ninguna posibilidad de compartir la mesa del encuentro y de la hospitalidad; los vulnerables, quienes tienen nombre, historias y sueños como cualquiera de nosotros/as siguen luchando por un lugar sano y seguro. Por ejemplo, la comunidad LGBTQIA+, donde, por su orientación sexual, algunas personas siguen proclamando que ellos/as no son dignos del amor de Jesús. ¿No será que la misericordia aún no habita en nuestro corazón y esto nos lleva perpetuar cualquier tipo de discriminación? Miremos a la persona de Jesús quien nos recuerda diciendo: «¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve?». Los/as Leprosos/as de nuestro tiempo siguen esperando al margen del camino ser curados/as, escuchados/as, sanados/as y liberados/as de sus angustias y tormentos.
Jesús de Nazareth, con su forma de ser, rompió estructuras de exclusión y abrió caminos de humanidad, de justicia, de dignidad y liberación, colocando a la persona en el centro, devolviéndole su capacidad de elección: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado». ¿Estamos dispuestos/as a mirar, tratar y dignificar como Jesús? En los márgenes del camino siempre habrá mujeres, viviendo al estilo de Jesús, creando y recreando sosteniendo el dolor, la Fe encernada y la solidaridad transformada en gestos y miradas concretas.
El samaritano agradecido representa a quienes, siendo doblemente marginados, por su enfermedad y por la etnia, se convierten en protagonistas de la fe. Por ello, es importante señalar que la salvación no está en las estructuras que perpetúan la exclusión, sino en el Dios que escucha el clamor de los marginados y marginadas.
Finalmente, desde la actitud de Jesús, me viene a la memoria la escritora y feminista Gloria Angélica Anzaldúa, quien vivió en la región del Valle del Río Grande en Texas. Ella, a través de su escritura, rompió las barreras del racismo, sexismo y otras formas de opresión, fue capaz de denunciar y de no tolerar ningún tipo de violencia. La marginalidad exige alzar la voz contra estructuras patriarcales para que no existan más. Exige derribar muros simbólicos y físicos presentes en nuestras relaciones interpersonales.
Jesús, como aquellos leprosos, también yo te clamo desde mis heridas, desde lo que me duele y me impide construir sororidad. Pero hoy quiero ser como el samaritano que volvió a ti, no solo para pedirte, sino para agradecerte. Gracias por mirarme con ternura, por acogerme con compasión, por sanarme en lo profundo del corazón y devolverme la dignidad. Tu presencia me basta, tu palabra me consuela, tu amor me salva.
Hazme mujer de fe que no se queda en el milagro, sino que camina contigo cada día con gratitud. Que mis pasos anuncien tu compasión, que mis manos sirvan a quienes sufren, y que mi voz proclame con alegría que Tú eres el Dios que sana, que salva y que nunca pasa de largo.
Vuelve a leer el Evangelio y contempla como Jesús escucha a los leprosos, percibe el diálogo que ellos logran construir, acoge las palabras y miradas compasivas cargadas de dignidad y esperanza. Disfruta de su cercanía, date la oportunidad de dejarte curar por Él de tus heridas. Acoge como los leprosos aclaman ser curados y liberados, sé uno más de ellos. Jesús te pide ser compasivo/a y tener entrañas misericordiosas capaces de caminar por las fronteras de tu propia vida, renaciendo y reconstruyendo Vida donde el dolor aclama ser abrazado.
Jesús quiero caminar contigo, junto a los marginados/as y excluidos/as de mi pueblo, quiero sembrar tu esperanza, especialmente en las personas a quienes el dolor y el sufrimiento las embarga, quiero ser tu voz y tu corazón para quienes te buscan haciendo que la voz de irrumpa en el silencio.
Imagen: Pexels.