León XIV: Entre lluvias, emociones y expectativas

Tres voces, tres escrituras, tres reacciones que nos hablan sobre la elección del Papa León XIV.

¡Tenemos Papa y tenemos la tercera columna*! Y tal como lo comprometimos en el tiempo que precedió al conclave, volvemos a compartir nuestras ideas, en este compás de tres voces, tres escrituras, tres reacciones en las que conversamos sobre la elección de León XIV. Esta columna va completando un ciclo de escrituras y diálogos que comenzó la mañana del 21 de abril con la muerte de Francisco, siguió el 29 de abril camino al cónclave que comenzó el 7 de mayo, y finaliza este 9 de mayo, el día después del momento en que conocimos al nuevo obispo de Roma. Gracias a todos y todas los que acompañaron este recorrido. ¡Bienvenido Papa León! ¡Rezamos por ti!

JUAN PABLO ESPINOSA ARCE

La lluvia caía copiosamente el jueves 8 de mayo (2025) sobre el campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile, en Santiago, en donde está mi oficina en la Facultad de Teología. Eran pasadas las 12:10 del mediodía y las campanas del templo del Sagrado Corazón del Campus comenzaron a repicar con tonos de alegría. ¡Tenemos Papa! ¡humo blanco! Ese fue el primer momento de alegría: ¡Quería con todos mis deseos ver el habemus papam en compañía de los colegas profesores, de los estudiantes y los administrativos de la Facultad!

León XIV es una figura interesante: hijo de francés-italiano y de española, nacido en Estados Unidos y nacionalizado peruano. Literalmente tiene dos cédulas de identidad. Es un Papa de los entrecruces migratorios, siendo él mismo hijo de migrantes y siendo él migrante. Prevost está enmarcado en los puentes geográficos, simbólicos y eclesiales. Es un Papa que no tiene solo una lengua idiomática (el inglés), sino que se abre lingüísticamente a lo diverso hasta el punto de abrir un paréntesis, una interrupción en el balcón de San Pedro y saludar en español, en la lengua que aprendió en los Andes. Aquí hay una primera expresión, un gesto, diría Jacques Derrida, que tiene un poder semiótico, expresivo, lleno de significado que permite enmarcar al cardenal Prevost. El origen y los tránsitos culturales son elementos interpretativos claves para entender cómo se abre el camino de León y por dónde venía León.

Es un Papa de los entrecruces migratorios, siendo él mismo hijo de migrantes y siendo él migrante.

En las palabras que el nuevo obispo de Roma regaló al mundo al comienzo de su pontificado, hay cosas que también me abren a la lectura teológica. Quiero señalar tres palabras o ideas que me son más significativas del primer mensaje.

La primera: «Permítanme dar continuidad a esa misma bendición». Aquí León habló de la bendición de la Pascua dada por Francisco. La idea de la continuidad está en la idea de seguir la ruta abierta por su antecesor y también de seguir, a mi entender, la llamada hermenéutica de la continuidad, es decir, de seguir leyendo el Concilio Vaticano II, los desafíos epocales, el discernimiento de los signos de los tiempos, las voces del Espíritu, el dinamismo de la Iglesia.

La segunda idea: El uso del «nosotros». Aquí recuerdo el libro editado por el filósofo español Manuel Cruz Las personas del verbo (filosófico) de 2011. Al hablar del «nosotros», capítulo a cargo de Marina Garcés, este libro expresa que la comunidad, la interacción y los encuentros entre los sujetos individuales tiene un lugar de preeminencia en la comprensión de la realidad circundante. Pero, y esto es interesante, Marina Garcés (2011) indica que vivir el nosotros en un tiempo de crisis global, tiene que lograrse vinculándonos desde la conciencia de nuestra vulnerabilidad y fragilidad. Y León conoció esa fragilidad, esa pobreza y esa vulnerabilidad en Perú. Latinoamérica es el lugar de esta aprehensión vital. En el primer mensaje del Papa León la idea del nosotros está muy presente en las expresiones de la Iglesia sinodal, de la Iglesia misionera, del rezar juntos a la Virgen, de pedir por la paz de todo el mundo, de saludar en español (¡otro gesto!) a Chiclayo. El nosotros, espero, será constante en el pontificado de León.

Finalmente, la idea del puente, que el Papa León lo utiliza en la idea de los «puentes de diálogo». Me es imposible no recordar al filósofo alemán Martin Heidegger (¡conocedor de Agustín!, ver por ejemplo su libro de la mística medieval. Prevost es agustino, otro gesto potente) cuando habla sobre el puente. Heidegger dijo que los puentes unen dos orillas ya existentes, a la vez que permite entender que existen dos orillas. Y una idea del puente en Heidegger me hace pensar con el puente de León XIV. Dice M. Heidegger: «Tanto si las aguas avanzan tranquilas y alegres, como si las lluvias del cielo, en las tormentas o en el deshielo, se precipitan en olas furiosas contra los arcos, el puente está preparado para los tiempos del cielo y la esencia voluble de estos tiempos» (Construir, pensar, habitar, 1951). Hay mucha fuerza en el símbolo del puente, en esta figura de unión, en este espacio construido que permite el diálogo. Confío en que León, obispo de Roma, construya puentes que, con la fuerza del Espíritu, podrán resistir las lluvias, las tormentas o los deshielos.

Continuidad, nosotros y puentes. La historia de la comunidad se continúa abriendo. El Espíritu sostiene a la Iglesia, al gran nosotros que continúa caminando en la historia bajo la inspiración de que los puentes nos acercan.

¡Bienvenido León!

AILEEN ALDAY RETAMALES

La elección del Papa León XIV marca un momento significativo en la historia de la Iglesia católica. Robert Francis Prevost, de origen estadounidense, con una profunda conexión con América Latina, especialmente Perú —donde sirvió como misionero agustino y Obispo durante décadas— asume el pontificado con un mensaje claro: la paz como camino y destino de la humanidad.

En su primer discurso desde el balcón de la Basílica de San Pedro, León XIV proclamó: «Cristo nos precede». El mundo necesita su luz, subrayando la necesidad urgente de la paz de Jesús en un mundo que clama por ella, en el contexto de división y conflicto que vivimos. El recuerdo con gratitud al legado del Papa Francisco en su discurso nos esperanza en el compromiso de continuar la misión de una Iglesia misionera, dialogante y comprometida con la caridad; una Iglesia que sabe que la paz proveniente de Cristo es desarmante, y por ello los fieles son llamados a ser «peregrinos de la esperanza», tal como nos invita el jubileo que vivimos en este tiempo.

El recuerdo con gratitud al legado del Papa Francisco en su discurso nos esperanza en el compromiso de continuar la misión de una Iglesia misionera, dialogante y comprometida con la caridad.

La experiencia en América Latina del nuevo pontífice ha moldeado profundamente su visión pastoral. Durante su tiempo en Perú, Prevost fue testigo de las luchas y esperanzas de las comunidades locales. Esta vivencia se refleja en su compromiso con una Iglesia que escucha y camina junto a los más necesitados, promoviendo la justicia y la paz desde las periferias, donde ha sido testigo de que Dios ama a todos. El llamado a construir puentes mediante el diálogo y su afirmación «el mal no prevalecerá», es uno de los signos más esperanzadores para el mundo —creyente y no creyente— que expectante se detuvo con los ojos fijos en la nueva elección papal.

Con la primera frase de León XIV, «la paz esté con ustedes», no dejo de recordar la imagen de Cristo Resucitado que nos relata el Evangelio de Juan (20, 21-22), donde luego de esto Jesús envía a sus discípulos a la misión, dándoles el don del Espíritu; esta elección papal demuestra que el Espíritu actúa siempre en la Iglesia, y que el Buen Pastor escoge y envía a los operarios necesarios a sus míes, a la misión que, en el caso del Papa, no solo es liderar a quienes profesan, sino que a demostrar que la catolicidad de la fe se vive día a día y que el mensaje del primado petrino es signo de unión: «En aquel uno, somos uno». Este pontificado promete ser un tiempo de renovación espiritual, centrado en la paz como don divino y tarea humana.

Papa León XIV, ¡oramos por tu pontificado!

FRANCO ROJAS CONTRERAS

¡Habemus Papam! Este jueves 8 de mayo, a las 12:09 hrs., la tercera fumata fue blanca. Emoción y nerviosismo brotan al saber que los 133 cardenales han elegido al nuevo Obispo de Roma. Más aún, llenó de interés y curiosidad el saber su nombre: León XIV. Ello no solo recuerda a su predecesor, León XIII, sino sobre todo marca un interés claro en el compromiso con la justicia social y los más pobres.

Quisiera destacar algunos puntos de su primer discurso que me parecen iluminadores para el inicio de su pontificado:

En primer lugar,⁠ el énfasis de la paz en sus primeras palabras, «desarmante», y también «perseverante». En medio de las amenazas de guerra, de masacres entre las naciones, que afectan a los más pobres y desamparados de las sociedades, cualquier justificativo de una paz armada y armante, de guerras, de masacres entre las naciones, que afectan a los más pobres y desamparados de las sociedades… cualquier justificativo de esa paz armada y armante son meras excusas para propiciar las guerras y las masacres. Una paz que implique el amor, el diálogo y la valentía, para buscarla, sostenerla y llevarla a cabo es la fuerza leonina del nuevo pontífice, que sin duda muestra una continuación con el pontificado del Papa Francisco.

En segundo lugar, lo dicho por el Papa: «⁠Soy un hijo de San Agustín, agustino, ‘con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo’». Un papa de la Orden de san Agustín, que recoge el carisma del Hiponense. La referencia a uno de los Sermones de este Doctor de la Iglesia, citada en la constitución dogmática Lumen Gentium Nº 32, nos puede dar una pista de su pontificado: la hermandad entre los cristianos, que no ha de superar el ministerio sagrado; sino más bien se entienda que el Obispo de Roma será un hermano más junto a todo el pueblo de Dios. El sermón de san Agustín continúa: «Aquel nombre expresa un deber [el Obispo], este [cristiano] una gracia; aquel indica un peligro, este la salvación». Pareciese que el enfoque es la continuidad de buscar una Iglesia sinodal, una Iglesia de hermanos y hermanas que estén cerca de quienes sufren. En ese sentido, es significativo que —a diferencia de Francisco, quien pidió al pueblo de Dios que ore por él—, León XIV invite a todo el pueblo de Dios que oren juntos, como un «nosotros», a la Virgen María.

Pareciese que el enfoque es la continuidad de buscar una Iglesia sinodal, una Iglesia de hermanos y hermanas que estén cerca de quienes sufren.

Finalmente, el carácter misionero de León XIV, a mi parecer inicial, responde a las necesidades de la Iglesia actual. El «construir puentes» solo se lleva a cabo conociendo y viviendo con los otros, distintos de uno. Su misión extensa en Chiclayo (Perú) ha sido reconocida por su cercanía con los más pobres y sufrientes, buscando siempre la caridad y la apertura para con todos/as.

Quisiera terminar simplemente con este deseo: que León XIV, así como ha querido mostrar en el primer día de su pontificado, siga caminando tras los pasos de Jesús, con un corazón inquieto que desee descansar en Dios, un corazón inquieto que inspire a la Iglesia a buscar «esa patria que Dios nos ha preparado» (León XIV), un corazón inquieto que rebose de esperanza en la búsqueda de la paz.

* Las otras dos columnas son: «Camino al Cónclave: Discernimiento, conversación y Espíritu» y «Francisco y la (su) Pascua: tres voces a pie de calle».


Imagen: Autor, Vatican Media | CPP | Fuente: HANS LUCAS | Crédito: Hans Lucas vía AFP.

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0