Es en la escucha donde Dios susurra su presencia, donde se revela la historia sagrada que habitamos, donde comprendemos que no estamos solos.
Cuando amanece en la selva y los primeros rayos del sol acarician las copas altas de los árboles, los ancianos indígenas se reúnen en círculo alrededor del fuego. No hay prisa. El día comienza con palabras antiguas que atraviesan generaciones. Cada arruga en sus rostros es un mapa de sabiduría; cada palabra, una semilla plantada en el corazón de quienes escuchan. En silencio, los más jóvenes se sientan cerca, no solo para oír, sino para aprender a vivir.
Escuchar es más que oír. Es abrir el alma. Es un acto de libertad interior que exige vaciarse de juicios, de urgencias, de certezas absolutas. Así como los ancianos escucharon en su tiempo y ahora transmiten, cada generación es llamada a recibir y custodiar el don de la memoria viva.
Escuchar es más que oír. Es abrir el alma. Es un acto de libertad interior que exige vaciarse de juicios, de urgencias, de certezas absolutas.
También en la espiritualidad cristiana, y de modo especial en la espiritualidad ignaciana, la escucha es camino de encuentro con Dios. Ignacio de Loyola enseñaba a «buscar y hallar a Dios en todas las cosas», lo cual comienza por una actitud atenta, disponible, reverente. En los Ejercicios Espirituales, la escucha es clave para discernir: no se trata de imponer nuestra voluntad, sino de afinar el oído interior para descubrir los movimientos del Espíritu.
En tiempos donde todos quieren hablar y pocos se disponen a escuchar, comenzar el día con esta actitud contemplativa, como los sabios de la selva, es una forma de resistir al ruido del mundo. Porque es en la escucha donde Dios susurra su presencia, donde se revela la historia sagrada que habitamos, donde comprendemos que no estamos solos.
Escuchar nos hace humildes. Nos despierta. Y nos convierte en guardianes del fuego, portadores de esperanza, caminantes de una verdad que no se impone, sino que se comparte.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.