Sirva esta reflexión para agradecer el arte maravilloso de la escritura.
En unos días se conocerá quién recibe el premio Nobel de literatura este año.
Sirva esta reflexión para agradecer el arte maravilloso de la escritura. Esa capacidad que algunos soñadores tienen para imaginar mundos y convertirlos en historias, para trazar, con las palabras, mapas externos e internos de la sociedad, y del ser humano. Ellos saben pulsar teclas en el lector con las que desencadenan viajes inesperados. Porque esa es la fuerza de la literatura. Llevar a quien lee más lejos aún de lo que imaginó quien escribía. Porque el lector añade, a la lectura, su propio recorrido, un equipaje interior hecho de memorias, aciertos, errores, heridas, batallas…
Gracias a quienes pasan horas ante el papel en blanco y lo convierten en confidente de sus propias búsquedas. Gracias a quienes dan una oportunidad a la imaginación para completar los huecos y poner rostro a personajes imborrables, para lanzar puentes desde los escenarios de nuestros libros favoritos al presente. Gracias a quienes, en sus protagonistas, nos ofrecen alter-ego para nuestras propias vanidades y desesperanzas. Con ellos somos navegantes de mundos y de historias. Ellos nos han llevado a las entrañas del Gulag, a los límites del tiempo, a los infiernos de la guerra, a los barrios pijos, a las fiestas más selectas, a cementerios olvidados y palacios de cristal. Con ellos hemos resuelto crímenes o nos hemos enamorado, hemos sido héroes y hemos tocado fondo. Hemos odiado y reído, cantado y caído. Hemos salido de las prisiones de dentro, invictos y más sabios. Hemos intuido a Dios, que se define como Palabra. Gracias a quienes han hecho de escribir su pasión y nuestra fiesta.
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Fuente: https://pastoralsj.org