Dios nos dio todo. Nos plantó en la Iglesia, nos injertó en Cristo, nos podó con pequeñas o grandes cruces y nos alimentó. Por tanto, tiene todo el derecho de pedir los frutos. Domingo XXVII del tiempo ordinario.
Ciclo A
Textos: Isaías 5, 1-7; Filipenses 4, 6-9; Mateo 21, 33-43.
Idea principal: O uvas sabrosas o uvas agrias. Todo depende si estoy o no unido a Cristo verdadera Vid, pues yo soy sarmiento.
Resumen del mensaje: La viña es una imagen privilegiada para designar al pueblo de la antigua alianza (Israel) y al pueblo de la Nueva Alianza (Iglesia); por eso es el símbolo elocuente de la entera historia de la salvación. La primera lectura, el salmo y el evangelio de hoy están llenos de alusiones a la viña. La parábola de hoy es otra parábola muy intencionada, la de los trabajadores de la viña que no solo no entregan al dueño los beneficios que le tocan, sino que maltratan y apalean a sus enviados y matan al hijo, para quedarse ellos con la viña y sus frutos.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, hay dos maneras de leer esta parábola de la viña: una en clave histórica o narrativa, y una en clave actual. Históricamente, la viña es el pueblo hebreo. Dios eligió libremente este pueblo, lo liberó de Egipto con mano fuerte y lo trasplantó con cariño en la tierra prometida como se trasplanta una vid. Aquí lo llenó de cuidados y mimos, como hace el viñador con su viña, o mejor, como hace el esposo con su esposa. La rodeó, la defendió de los enemigos y raposas. Pero ¿qué pasó? La viña, en lugar de uva, produjo agrazones. En lugar de producir obras de justicia y fidelidad, se rebeló y le pagó a Dios con traiciones, desobediencias e infidelidad. Curioso: no se rebeló la viña, sino los viñadores. ¿Qué hará Dios? Isaías habla de destrucción de la viña (caída de Jerusalén y exilio). Jesús, no. Jesús dice que esa viña será dada a otro destinatario, la Iglesia o nuevo Pueblo de Dios. Dios es libre.
En segundo lugar, nosotros somos ese nuevo Pueblo de Dios a quien Jesús nos ha confiado esta viña suya, la Iglesia. La situación ha cambiado con Cristo. Ahora Él es la Vid verdadera y nosotros, los sarmientos. Solo nos pide permanecer en Él por la oración y los sacramentos para dar mucho fruto. Dios no repudiará más la viña que es la Iglesia, porque esta viña es Cristo; la Iglesia es el cuerpo de Cristo. No habrá un tercer “Israel de Dios” después del pueblo hebreo y del cristiano. Pero si la vid está segura por el amor del Padre, no sucede lo mismo con los sarmientos individuales. Si no dan fruto, pueden ser apartados y tirados. Es el riesgo de nosotros, los cristianos de hoy, como individuos y como grupo.
Finalmente, si aplicamos ahora el mensaje a cada uno en particular, las consecuencias son bien serias. Dios nos dio todo. Nos plantó en la Iglesia, nos injertó en Cristo, nos podó con pequeñas o grandes cruces y nos alimentó. Por tanto, tiene todo el derecho de pedir los frutos. ¿Qué encontrará? ¿Hojas solamente? O peor, ¿ramos secos? La Eucaristía nos ofrece la posibilidad de reactivar nuestro bautismo en nosotros y también la circulación de aquella savia que proviene de la Vid. Si no damos fruto, ya sabemos el triste desenlace: nos tirará. Por eso nos manda de vez en cuando sus emisarios para alertarnos: amigos, catequistas, sacerdotes, luces, buenos ejemplos. Hagamos caso.
Para reflexionar: ¿Qué queremos ser: un sarmiento unido a Cristo, a su Palabra, a sus sacramentos, en estado de crecimiento y conversión, o un sarmiento estéril, rico solo en pámpanos, es decir, un cristiano de palabra y no de hecho? ¿Qué damos: racimos jugosos o abrojos y espinas?
Para rezar: Señor, gracias por haberme hecho sarmiento de tu Viña. Señor, quiero que mi sarmiento esté fuerte y bien alimentado con la savia de tus sacramentos. Señor, que mi sarmiento dé frutos sabrosos de santidad y de virtudes, para que quien a mí se acerca pueda recibir el jugo de mi ejemplo positivo o de mi consejo acertado. No permitas, Señor, que mi sarmiento venga destruido por algún parásito que quiera meterse en sus “venas”. Amén.
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Fuente: https://es.zenit.org