La autenticidad no reside en la preservación de nuestra vieja madera, sino en el Teseo que hay en nuestro interior que busca ser transformado por el amor divino.
En la antigua Grecia existió un rey muy conocido; su nombre era Teseo. Se dice que era un gran navegante y, según la leyenda, hijo de Poseidón. Mientras navegaba de la isla de Creta a Atenas, Teseo decidió reemplazar cada madera deteriorada por una nueva. Al llegar a puerto, el barco había experimentado una transformación completa: ninguna pieza original permanecía intacta. Esta situación intrigó a los habitantes, quienes se preguntaron: “¿Es el barco en el que Teseo y sus tripulantes han llegado a puerto el mismo que partió de la isla de Creta?”. Algunos atenienses decidieron reconstruir el barco original con la madera antigua, planteando así la cuestión de cuál sería el auténtico barco de Teseo.
Constantemente nos enfrentamos a transformaciones: cambios de perspectiva, evolución en nuestras relaciones y desarrollo personal. A veces, tememos que estos cambios nos despojen de nuestra esencia y, por miedo, abandonamos el proceso de cambio. Sin embargo, la paradoja sugiere que la autenticidad no radica exclusivamente en la preservación de las piezas originales, sino en la continuidad de la esencia que reside en su interior. En base a esto, podemos concluir que el enfoque de los atenienses estaba limitado porque posaron su mirada en el barco olvidando que la persona es primero. La verdadera paradoja es: ¿creemos en el barco o en Teseo?
Constantemente nos enfrentamos a transformaciones: cambios de perspectiva, evolución en nuestras relaciones y desarrollo personal. A veces, tememos que estos cambios nos despojen de nuestra esencia y, por miedo, abandonamos el proceso de cambio.
A veces, miramos solo el exterior y nos quedamos ciegos, sin poder ver la realidad que reside en el interior de las personas. Jesús, en su evangelio, nos enseña que la interioridad es vital y que, si miramos el corazón de los demás, entonces veremos su realidad. Cada una de sus acciones estaba enfocada a sanar el interior de las personas. Él nos invita a renunciar a las viejas formas y abrazar una renovación interior, permitiendo que el amor, la compasión y la verdad florezcan en nosotros. Jesús nos enseña que la autenticidad no reside en la preservación de nuestra vieja madera, sino en el Teseo que hay en nuestro interior que busca ser transformado por el amor divino. “Pero el Señor dijo a Samuel: ‘No te fijes en las apariencias ni en la buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón’” (1Sam 16, 7).
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.