Sr. Director:
La última encuesta Criteria, realizada en el contexto del próximo Encuentro 3xi Migraciones, «¿Qué nos pasa, qué nos pesa?», confirma que crece la percepción de que la migración sería un problema, aumentando las asociaciones negativas que vinculan a las personas migrantes con delincuencia o pérdida de oportunidades laborales. No son datos inocuos; alimentan miedos y discursos de exclusión, que tensionan la convivencia en barrios, escuelas y espacios comunitarios.
No obstante, el mismo estudio ofrece una lectura más esperanzadora: existe un apoyo mayoritario a que las personas migrantes accedan a derechos básicos —salud, educación— y una disposición real a compartir ámbitos de estudio, trabajo y vecindad. Es decir, junto a las tensiones, hay una base social sobre la cual construir una convivencia más sana e inclusiva.
Las fricciones observadas no provienen únicamente de prejuicios: también responden a déficits institucionales. Donde faltan mecanismos de integración —vías de regularización ágiles, fondos locales para la gestión de la convivencia, programas de mediación comunitaria y capacitación cultural para los servicios públicos—, surgen conflictos y se afecta la vida de barrios y personas que son la comunidad receptora.
Tenemos la responsabilidad de no dejar que el miedo ni la instrumentalización política definan nuestras relaciones. La convivencia no surge por añadidura; se construye con políticas públicas adecuadas que promuevan y faciliten el diálogo sostenido y el compromiso de respetarnos mutuamente.
Waleska Ureta Cañas
Directora nacional Servicio Jesuita a Migrantes