Mons. Adalberto Jiménez: “La contaminación de los ríos es la muerte de los pueblos indígenas”

El presidente de la Red Eclesial Panamazónica en Ecuador analizó los daños causados a las comunidades indígenas de los ríos Coca y Napo.

Cuidar las personas y cuidar del Planeta, derrames de petróleo en la Amazonía; fue el tema que convocó a Monseñor Adalberto Jiménez, presidente de la Red Eclesial Panamazónica en Ecuador, y a Carlos Ajón, líder indígena del pueblo Kichwa en un webinar que analizó los daños causados a las comunidades indígenas de los ríos Coca y Napo, además de las consecuencias en materia ecológica que dejan los diferentes vertimientos de crudo en la zona y ante los cuales no hay una respuesta contundente por parte del estado ecuatoriano.

EL IMPACTO DE LA INDUSTRIA

Desde Ginebra, en donde se realizó la 11ª edición del Foro Anual de la ONU sobre las Empresas y los Derechos Humanos este 28 y 29 de noviembre, la delegación de la REPAM Ecuador, apoyada por Cáritas española, se enfocó en hacer visible la realidad frente al impacto negativo que dejan las actividades de las industrias extractivistas y petroleras que han terminado por desalojar a pueblos ancestrales ante la privación del acceso al agua potable e impidiendo actividades como la pesca y la agricultura; tras la contaminación del ambiente por causa del vertimiento de crudo.

Tomando como punto de partida la experiencia del organismo en el reciente evento, Monseñor Jiménez se mostró conmovido al pensar en los testimonios de tantas víctimas de los desastres ecológicos en diferentes partes del mundo, que al igual que los pueblos amazónicos del Ecuador, han sido testigos de las consecuencias de la devastación del territorio que ejercen las industrias extractivistas al arrasar con poblaciones enteras, provocando la ruptura con el territorio, el desplazamiento forzado y acabando con las fuentes de vida y progreso económico para las gentes que los habitan.

De ahí su deseo de seguir con ímpetu en la tarea de visibilizar esta realidad en el contexto internacional, para sumar voces y voluntades, crear conciencia, contribuir al empoderamiento de los líderes indígenas con formación e incidir desde lo político para que el tema, además de ser un punto en la agenda informativa, provoque cambios, genere responsabilidades y acciones de reparación, para quienes sufrieron las consecuencias de estas actividades económicas que poco o nada benefician a los propietarios ancestrales de los territorios amazónicos.

UN DERRAME EN PANDEMIA

Haciendo memoria de una de tantas tragedias ecológicas que han afectado a la Amazonía ecuatoriana durante los últimos años, Carlos Ajón recordó que el 7 de abril de 2020 un derrame de crudo en una cantidad que difícilmente puede cuantificarse, afectó el sector de San Rafael, ubicado en el límite de las provincias de Napo y Sucumbíos, afectando a las más de 150 comunidades indígenas asentadas en las riberas de los ríos Coca y Napo, sin la implementación posterior de medidas efectivas de contención o reparación; lo que limitó el acceso a las fuentes de agua y alimentación segura, agravando la ya existente emergencia sanitaria provocada por la pandemia de Covid-19.

El 7 de abril de 2020 un derrame de crudo en una cantidad que difícilmente puede cuantificarse, afectó el sector de San Rafael, ubicado en el límite de las provincias de Napo y Sucumbíos, afectando a las más de 150 comunidades indígenas asentadas en las riberas de los ríos Coca y Napo.

Es decir, una vulneración total de los derechos fundamentales a la salud y a la alimentación segura para estas comunidades, sin olvidar las enfermedades que se desencadenan por esta misma causa. “La contaminación de los ríos es la muerte de los pueblos indígenas”, afirmó el líder indígena.

Desde el dolor por el daño al territorio y la imposibilidad para contar con medios de vida, el líder aseguró su empeño de confrontar a las empresas que causaron deliberadamente el daño a su comunidad, pues, para él, “petróleo” es lo mismo que “contaminación”, y ante la privación del agua como líquido vital, exigió justicia por parte del Estado ecuatoriano; proceso que bien puede iniciarse por la escucha de las peticiones de las comunidades, por lo que denunció la inexistencia de agua potable, centros de salud y carreteras, algunos aspectos que podrían considerarse como expresiones de esa “justicia” que merecen por parte del Estado como ciudadanos y víctimas de las industrias extractivistas.

CONTRA EL RACISMO AMBIENTAL

Por su parte, Monseñor Adalberto Jiménez ratificó su deseo de seguir trabajando para que se superen las expresiones de lo que él califica es el “racismo ambiental”, en donde las problemáticas de la Amazonía tienen menos valor que las ocurridas en las grandes ciudades; ignorando que desde allí se generan los recursos hídricos para una buena parte del Planeta, que no podemos acabar con lo que a todos compete y que tiene en las comunidades indígenas sus mayores custodios.

Desde su rol continuará como animador y formador, lo que surge de escuchar y ser testigo de los testimonios de las comunidades y de los misioneros que han vivido por décadas en estos territorios, advirtiendo que “la contaminación de los ríos es la muerte de los pueblos indígenas”, al tiempo que insistió en que no nos podemos quedar en una vida espiritual llena de rezos y carente de acciones conscientes a favor de quienes realmente sufren por falta de un trabajo comprometido en el que muchos profesionales y creyentes pueden compartir sus conocimientos y apoyar a las comunidades indígenas.

UNA VOZ PROFÉTICA

“Es una vergüenza que se esté criminalizando a nuestros indígenas, se los esté matando con metales pesados, los gobiernos solo ven en la Amazonía un territorio a depredar”, indicó, porque desde su perspectiva “como Iglesia debemos tener una voz profética y nunca cansarnos de denunciar, así como de pensar y organizar iniciativas más allá de la denuncia para que podamos sentarnos a la mesa con las industrias y dialogar, buscar soluciones conjuntas en donde la Iglesia impulse a la comunidad indígena, para que se obtenga la reparación necesaria por el daño sufrido y se eviten más tragedias”, afirmó.

Para el obispo ecuatoriano “reparación” no es llevar unas latas de atún o unas cuantas botellas de agua, se trata de llevar dignidad, propuestas. Ver el dolor de las comunidades —afirma— ha removido su corazón y esto tiene que traducirse en acciones concretas como es el caso de la creación de Escuelas Permanentes de Derechos Humanos, uno de sus sueños para la Amazonía ecuatoriana y que en otras partes de este gran territorio ya se llevan adelante con éxito y representan una gran experiencia para quienes acceden a sus programas.


Fuente: https://adn.celam.org / Imagen: Pexels.

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