En el marco de la conferencia “Oceans. Caring for a common heritage” (Océanos, cuidar la herencia común), del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
“Si no se detiene la contaminación de los mares, de los océanos y de los ríos, dejaremos una pesada herencia a las próximas generaciones. Nosotros tenemos la obligación moral de protegerlos también por lo que se refiere a la seguridad alimentaria presente en el agua”. Lo ha indicado monseñor Silvano Tomasi, arzobispo y nuncio apostólico, al concluir la conferencia que llevó por título “Oceans. Caring for a common heritage” (Océanos. Cuidar la herencia común), organizada en Roma el martes 4 de julio en la Universidad de la Santa Cruz, por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, junto a las embajadas de Francia, Mónaco y los Países Bajos ante la Santa Sede.
“El objetivo del congreso fue muy simple: hacer el punto sobre la situación de la comunidad internacional por lo que se refiere a la salud de los océanos. Cómo prevenir la contaminación y cómo remediar la llamada acidificación de los océanos. Cómo hacer para que los tres mil millones de personas que de alguna manera relacionan su supervivencia al mar y a los océanos puedan continuar teniendo los beneficios que provienen de ellos, sea el alimento o a la pesca y las varias actividades relacionadas al mundo del agua”, le indicó monseñor Tomasi a Zenit.
“De los datos científicos a disposición, en estos momentos se deduce que hay una progresiva polución a causa de la gran cantidad de plástico que es arrojada en los mares, los océanos y los ríos; produce acidez y altera a las mismas aguas”.
“Según diversos estudios —prosiguió monseñor Tomasi—, si las tendencias actuales siguen, en el año 2050 en los océanos habrá una presencia mayor de objetos plásticos que de peces. Un aspecto que no hay que menospreciar, naturalmente porque el plástico y los desechos arrojados al mar muchas veces no son biodegradables y algunos de estos se vuelven alimento para los mismos peces, entrando así en el ciclo alimentario”.
Por ello —añadió Mons. Tomasi—, “tenemos la obligación moral, junto a la comunidad internacional, de proteger y garantizar para las próximas generaciones la disponibilidad, productividad y seguridad del alimento presente en las aguas marinas”.
Se parte naturalmente de la prevención, evitando echar desechos contaminantes y buscando trabajar para esta finalidad con todos los actores interesados, desde los gobiernos a las organizaciones internacionales, pasando por las ONG, y contando además con la sensibilización del público.
El Nuncio concluye que cuando se enfrentan estos temas, “es importante no olvidarse nunca que en el centro está el hombre, están los hombres, siempre”.
Añadió que “según las recientes estimas de la FAO, en el sector de la pesca trabajan 58 millones de personas, mayoritariamente pertenecientes a países en vías de desarrollo. Pero justamente en la pesca es donde se registra el mayor número de muertos por accidentes laborales y numerosas violaciones de los derechos humanos, particularmente con menores. Sin olvidarse de las personas que acaban ahogadas en el mar Mediterráneo, mientras escapan de las guerras, del hambre y de las persecuciones, y las muchas operaciones y rescates acaban transformándose en catástrofes a pocos pasos de haber llegado”.
“Esta atención hacia la centralidad el hombre —concluye Mons. Tomasi— no tiene que disminuir, es una misión de la Iglesia y del mundo entero”.
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Fuente: https://es.zenit.org