Nadie ha sido padre como San José y nadie ha sido tan parecido a Dios Padre como él

Jesús es el Hijo eterno del Padre y el Hijo de la Virgen María. Pero Dios quiso que también fuera Hijo de San José, no biológicamente, pero sí con una particular paternidad, como nunca la habido y nunca la habrá.

El 19 de marzo celebramos la fiesta de San José, esposo de la Virgen María. Así como este “varón justo y piadoso” (Lc 2,25) protegió a la familia de Nazaret como esposo virginal de María y padre de Jesús, pedimos que proteja a nuestras familias, comunidades y a la misma Iglesia, de la que es Patrono universal.

San José, ante la misión de custodiar al Hijo eterno de Dios hecho carne y a su Madre Inmaculada, se siente indigno y tiene como primera reacción alejarse, para dejar que sea Dios quien actúe. Pero el ángel le dice: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque ciertamente lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). Al entender cuál es la voluntad de Dios, la acepta de inmediato y sin dudar: “Hizo lo que le había mandado el Ángel del Señor” (Mt 1,24).

El Señor le pide a San José entrar en su plan de salvación, dejando de lado otros proyectos. Si San José quería irse, le dice Dios que se quede. Y más adelante, cuando vive en Nazaret, pensando quedarse para siempre, “el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga’”. Como lo hizo a lo largo de toda su vida, San José de nuevo obedece: “Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt 2,13-14).

Jesús es el Hijo eterno del Padre y el Hijo de la Virgen María. Pero Dios quiso que también fuera Hijo de San José, no biológicamente, pero sí con una particular paternidad, como nunca la habido y nunca la habrá. Si todo padre biológico participa de la paternidad divina, el modo de participar de esa paternidad de parte de San José respecto de Jesús es mucho más perfecto. Nadie ha sido padre como San José y nadie ha sido tan parecido a Dios Padre como él.

Por eso es seguro que San José quería ver cumplidas todas las promesas de Dios en Jesús. Entre ellas, la más grande es la promesa de su resurrección de entre los muertos al tercer día. Pero Dios no quiso que fuera así, pues San José murió antes que Cristo saliera a anunciar el Evangelio a los treinta años. No vio sus milagros ni escuchó su predicación, que congregaban a miles de personas. San José vivió “la obediencia de la fe” (Rm 1,5), y por eso también de él se puede decir lo que se dice de su Esposa virginal: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45).

Todos los que tienen la misión de ser padres han de acogerse a la intercesión de San José, pidiendo la gracia de tener la fe firme y cierta de que la obediencia a la Palabra del Señor en la educación de los hijos dará los frutos que se esperan.

+ Francisco Javier Stegmeier
Obispo de Villarrica

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Fuente: www.iglesia.cl

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