Nuestra mayor fragilidad

¿Es una opción no vacunarse?

Hoy, cuando la solidaridad y la conciencia por el otro parecieran ser más necesarias que nunca, ¿es una alternativa social optar por no inmunizarse ante el Covid-19?

Una de las grandes lecciones que se han levantado en esta pandemia es la fragilidad no solo de nuestra especie, sino también de nuestra particularidad. Como dice la filosofía española Adela Cortina: “La pandemia nos demuestra, una vez más, que no somos esos seres absolutamente poderosos, sino todo lo contrario: somos frágiles, vulnerables”.

Entonces, ¿podemos entender que ante esta fragilidad se pierda el sentido de polis y se opte por el sesgo individual? ¿Existe conciencia de que si no me vacuno expongo además la salud de quien está a mi lado?

Personalmente, no creo que esta indolencia se explique solo por desinformación (movimiento antivacunas) o temor a efectos colaterales (tesis populista). Creo que esta discusión trasciende el imaginario sanitario y va más allá de caracteres técnicos o evaluaciones sanitarias. Son, más bien, reflejo de la individualidad que hoy nos permea. La fiebre de los tiempos.

Incluso en esta pandemia, ¿hemos tomado conciencia del otro? Del cesante, del enfermo, de quien perdió un familiar.

¿Hemos visto la cantidad de campamentos que se han tomado la ciudad? No en la periferia, en la Alameda misma, en la Avenida Andrés Bello, a cuadras de los íconos arquitectónicos de Santiago.

En este temor, en esta conciencia de nuestra fragilidad, ¿hemos vista la fragilidad del otro?

¿Nos debe de extrañar, entonces, que las personas vean la inmunización de la vacuna como un acto individual y voluntario, y no como una acción de sanidad colectiva?

Esta pandemia es la oportunidad de conectarnos con el otro. Esa sería la mejor lección, la mejor política y el mayor triunfo social.

No la desaprovechemos. MSJ