Celebraron la Misa en la Basílica Vaticana.
Cerca de 300 participantes en el Sínodo de los Obispos —entre ellos padres sinodales, auditores, expertos, más algunos jóvenes de la diócesis de Roma— participaron, la mañana del 25 de octubre, en la peregrinación a la tumba de San Pedro, desde el Monte Mario, para unirse al Papa Francisco en la Basílica Vaticana, donde han celebrado la Santa Misa.
El grupo formado por 192 padres sinodales —entre ellos 101 obispos y 9 cardenales—, 82 jóvenes auditores y expertos laicos, y 100 jóvenes de la diócesis de Roma, ha recorrido 6 kilómetros, desde el Centro Don Orione, pasando por la calle Edmondo de Amicis y la Reserva Natural de Monte Mario, han continuado por el sendero de la Via Francígena y Viale Angelico, finalizando el camino en la Basílica de San Pedro.
Al llegar a la Basílica, el Santo Padre Francisco los ha recibido y ha rezado con ellos la profesión de fe. Después han celebrado juntos la Eucaristía, que ha presidido el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
El Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización ha organizado esta peregrinación. Por ello, la homilía ha sido predicada en la Santa Misa por Mons. Rino Fisichella, presidente de dicho Consejo.
El Papa ha participado en la celebración eucarística, a un lado del altar, junto a los padres sinodales, procedentes de los cinco continentes.
VÍA FRANCÍGENA
Los peregrinos han recorrido una parte de la etapa 45, el último tramo de la Vía Francígena, que desde el pórtico sur de la Catedral de Canterbury, pasando por Francia y Suiza, conduce a la Basílica de San Pedro en Roma y que continúa después hacia el sur, hasta Jerusalén.
Las noticias de los primeros peregrinos que recorrían la Vía Francígena —narra un documento de la Santa Sede—, además de los viajeros y mercantes que la usaban para transportar mercancías y especies en Europa, se remontan al siglo IX d.C.
La existencia de este tipo de rutas, con la gran cantidad de personas que las recorrían, provenientes de diversas culturas, favoreció un excepcional traspaso de signos, emblemas, culturas y lenguajes, propios del Occidente cristiano.
MONTE MARIO
Este último tramo permite atravesar una parte de la Reserva Natural de Monte Mario, que se extiende sobre un promontorio de 139 metros de altura, convirtiéndose así en el más imponente de la zona de Roma.
En el medioevo los viajeros llamaban esta altura Mons Gaudii, refiriéndose a la sensación de estupor experimentada cuando el sendero, dejando el bosque, se abría a un panorama que permitía ver por la primera vez la cúpula de la Basílica de San Pedro.
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Fuente: https://es.zenit.org