Palestina no necesita lástima

Sr. Director:

En Gaza, el hambre se ha convertido en un arma de guerra. Más de un millón de personas viven bajo condiciones de hambruna catastrófica, según Naciones Unidas. Niños y niñas mueren por desnutrición, mientras la ayuda humanitaria es bloqueada, los hospitales son atacados y las viviendas son reducidas a escombros. El 88% del territorio ha sido destruido y más de 67.000 personas han sido asesinadas o desaparecidas.

Pero el horror no termina allí. En Cisjordania, la violencia se manifiesta también como un ataque frontal a la libertad religiosa. Iglesias cristianas han sido profanadas en Ramallah, Beit Jala y Taybeh; esta última, la única localidad de mayoría cristiana en Palestina. Cruces quemadas, imágenes sagradas destruidas, templos atacados con total impunidad. En Gaza, la Iglesia católica de la Sagrada Familia, que servía de refugio, fue recientemente atacada por las fuerzas israelíes, asesinando a dos palestinos e hiriendo al párroco Gabriel Romanelli, quien solía recibir llamadas diarias del difunto papa Francisco. Hoy, Tierra Santa arde y, con ella, la memoria de las religiones que nacieron de su suelo.

Palestina es la cuna de las tres grandes religiones monoteístas y un patrimonio espiritual de la humanidad. Así lo recordó el papa Francisco durante su visita a Belén en 2014: «Que nadie se aproveche del nombre de Dios para cometer violencia». Y más aún, advirtió: «Es hora de poner fin a esta situación que no ofrece perspectivas para la paz». Pero, lejos de mejorar, la situación solo se ha agravado.

Como chilenos de origen palestino, sentimos la responsabilidad de alertar al mundo: lo que se vive en Palestina es un crimen en curso. No solo asesinan cuerpos, también se asesinan la historia, la fe y la identidad de un pueblo.

Hoy más que nunca debemos con fuerza interpelar a las autoridades políticas, a los organismos internacionales y, especialmente, a las iglesias del mundo a romper el silencio. Defender Palestina hoy es defender la humanidad y la memoria compartida de nuestras civilizaciones. No pedimos caridad, sino justicia. No exigimos compasión, sino respeto por la vida y la dignidad humana. Palestina no necesita lástima: necesita justicia y libertad.

Maurice Khamis Massú
Presidente de la Comunidad Palestina de Chile

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