¿Qué puede hacer sino esperarlo todo del perdón de Dios? ¿Dónde va a encontrar salvación si no es abandonándose confiadamente a su amor infinito?
Hay una frase de Jesús que sin duda refleja una convicción y un estilo de actuar que sorprendieron y escandalizaron a sus contemporáneos: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». El dato es histórico: Jesús no se dirigió a los sectores piadosos, sino a los indignos e indeseables.
La razón es sencilla. Jesús capta rápidamente que su mensaje es superfluo para quienes viven seguros y satisfechos en su propia religión. Los «justos» apenas tienen sensación de estar necesitados de «salvación». Les basta la tranquilidad que proporciona sentirse dignos ante Dios y ante la consideración de los demás.
Lo dice gráficamente Jesús: a un individuo lleno de salud y fortaleza no se le ocurre acudir al médico. ¿Para qué necesitan el perdón de Dios los que, en el fondo de su ser, se sienten inocentes?, ¿cómo van a agradecer su amor inmenso y su comprensión inagotable quienes se sienten «protegidos» ante él por la observancia escrupulosa de sus leyes?
¿Para qué necesitan el perdón de Dios los que, en el fondo de su ser, se sienten inocentes?
El que se siente pecador vive una experiencia diferente. Tiene conciencia clara de su miseria. Sabe que no puede presentarse con suficiente dignidad ante nadie; tampoco ante Dios; ni siquiera ante sí mismo. ¿Qué puede hacer sino esperarlo todo del perdón de Dios? ¿Dónde va a encontrar salvación si no es abandonándose confiadamente a su amor infinito?
Yo no sé quién puede llegar a leer estas líneas. En estos momentos pienso en los que se sienten incapaces de vivir de acuerdo con las normas que impone la sociedad; los que no tienen fuerzas para vivir el ideal moral que establece la religión; los que están atrapados en una vida indigna; los que no se atreven a mirar a los ojos a vuestra esposa ni a vuestros hijos; los que salen de la cárcel para volver de nuevo a ella; las que no pueden escapar de la prostitución… No lo olviden nunca: Jesús ha venido para vosotros.
Cuando se vean juzgados por la Ley, siéntanse comprendidos por Dios; cuando se vean rechazados por la sociedad, sepan que Dios los acoge; cuando nadie perdone su indignidad, sientan el perdón inagotable de Dios. No lo merecen. No lo merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón. Pueden disfrutar y agradecer. No lo olviden nunca: según Jesús, solo salió limpio del templo aquel publicano que se golpeaba el pecho diciendo: «¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador».
30 Tiempo ordinario – C
(Lucas 18,9-14)
Fuente: www.religiondigital.org / Imagen: Pexels.