Quizá todo ese tiempo «perdido» en realidad esté mejor empleado que otro mucho mejor «aprovechado»… Quizá vaya por ahí aquella sabiduría espiritual de perder ganando y ganar perdiendo.
Cuando era más joven solía vivir al día. Me gustaba eso de apurar las cosas hasta el último día. Trabajaba, sí, pero necesitaba presión para sacar adelante los trabajos de la universidad, las tareas de casa, o las actividades de pastoral. Me gustaba esa sensación de saber que podía entretenerme por el camino con otras cosas, estar con gente, participar en mil historias, porque después, al final, acababa sacándolo todo.
Muchos de los que me conocieron en esa estapa se extrañan de que hoy vivo de un modo muy diferente. Suelo preparar las cosas con mucha antelación, calculando el tiempo que me va a llevar y aprovechando ratos libres para tener compradas o preparadas cosas para las que todavía queda.
Hay quien me dice que me he hecho viejo. ¡Puede que tengan razón! Pero lo que noto es que la esencia sigue siendo la misma. Me gusta tener las cosas preparadas para poder seguir perdiendo el tiempo en esas cosas que parece que no cuentan, pero que en realidad son las más importantes de la vida. Para poder pararme a tomar algo con alguien que me encuentro por la calle, para pasear sin prisa por los pasillos, pidiéndole a Dios que haga que quien necesite hablar me salga al encuentro, para hacer visitas o celebrar los acontecimientos importantes de la vida de las personas, y tantas cosas.
Me gusta tener las cosas preparadas para poder seguir perdiendo el tiempo en esas cosas que parece que no cuentan, pero que en realidad son las más importantes de la vida.
Reconozco que a veces es un poco contradictorio el sentirme acelerado en según qué momentos, con la sensación de tener mil cosas que hacer y de estar desperdiciando un tiempo precioso en dar paseítos. O cuando trabajo a deshora y pienso que podría haber aprovechado de otra manera esas horas del día que se me fueron como el agua entre las manos.
Lo cierto es que al volver la vista atrás y examinar mi tiempo a los ojos de Dios siento que merece la pena. Que quizá todo ese tiempo «perdido» en realidad esté mejor empleado que otro mucho mejor «aprovechado». Y que quizá vaya por ahí aquella sabiduría espiritual de perder ganando y ganar perdiendo.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.