Es cierto que la vida conlleva una parte de fracaso seguro, pero también mucho de esperanza y plenitud. La pasión por cambiar el mundo puede durar “toda la vida”.
Puede que a ti también te pase, pero cuando voy a una boda y oigo la expresión “para toda la vida”, me recorre un ligero escalofrío. Algo parecido me pasa cuando pienso que mis votos de jesuita —pobreza, castidad y obediencia—, también son para toda la vida. Y es que en el mundo que vivimos el concepto “para siempre” se reduce a un rato, y el “toda la vida” puede durar tan solo un instante.
“Toda la vida” agobia porque no sabemos si seremos capaces de sacar siempre el lado bueno de las cosas, si las personas —y nosotros mismos— cambiaremos con los años, si el amor es pasajero, si la suerte durará o lo que hoy parece sólido en un tiempo no lo será. El futuro es incierto y nosotros no sabemos cómo será el mañana. Decir que el compromiso asusta se queda corto.
¿Pero por qué no dar la vuelta a todo esto? Es cierto que la vida conlleva una parte de fracaso seguro, pero también mucho de esperanza y plenitud. La pasión por cambiar el mundo puede durar “toda la vida”. La felicidad que uno siente al darse a los demás en una experiencia de verano puede reencontrarse una y otra vez —incluso cada día—. El sentido de la vida y una promesa de amor también pueden ser para siempre. Qué decir de los amigos, los sueños compartidos y el deseo de sacar nuestra mejor versión. Y, sobre todo, la amistad de un Jesús que nos invita a seguirle y a apostarlo todo por él.
Comprometerse en serio da miedo, pensar que algo es para siempre impresiona —y mucho—, y el “toda la vida” puede parecer un lema de otro tiempo, pero pensar solo en el futuro inmediato, creer que nuestra vida solo puede ser de una manera o no arriesgar por miedo a perder, puede convertirse en un laberinto sin salida donde ninguna opción nos ayuda a avanzar. En medio de este agobio, la solución no es tirar de testosterona, ni darse golpes contra la pared calculando cada milímetro, tampoco renunciar al compromiso por miedo a fracasar. Hay una alternativa, la de dar las llaves de nuestra vida a Dios y Jesús, que es bueno, hará de nuestro futuro algo grande. Eso sí, “para toda la vida”.
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Fuente: https://pastoralsj.org