Sr. Director:
Le escribo como miembro de Unidos por Cristo, comunidad laica compuesta principalmente por jóvenes, comprometida con el aporte activo a la Iglesia en la Vicaría Zona Cordillera. Uno de nuestros objetivos principales es colaborar en la formación o acompañamiento de pastorales juveniles en las parroquias.
Aunque hemos tenido gratas experiencias en la parroquia Santa Elena y en la parroquia Santa Teresa de Los Andes, el camino ha sido desafiante. Al ofrecer nuestros servicios (lectio divina, adoraciones, formación), en algunas parroquias no hemos encontrado la acogida esperada. Respuestas como «¿qué gano yo?» de sacerdotes, nos duelen y sugieren una visión parroquial como propiedad privada. ¿Podría esto relacionarse con la aparente pérdida de compromiso juvenil con la Iglesia diocesana?
Basado en esto, planteo dos preguntas cruciales para el diálogo en nuestra Iglesia y para los jóvenes
Primero, percibo que los jóvenes a menudo nos dejamos llevar por el sentimentalismo en la fe, descuidando la formación bíblica y teológica. Esta última es vital para perseverar cuando el fervor inicial disminuye. Si bien el sentimiento puede ser un punto de partida, ¿por qué nos adherimos a una Iglesia tan sentimental, descuidando la profundización que nos arraiga y madura en Cristo?
Segundo, nos preocupa que algunos sacerdotes nos traten con prejuicio, como si careciéramos de conocimiento. Si la Iglesia nos convoca a participar en un «proyecto en común», ¿por qué no encontramos acogida en algunas parroquias? ¿Qué acciones podemos emprender para que más párrocos se abran y confíen en los jóvenes?
Álvaro Rodríguez
Comunidad Unidos por Cristo