Pasión de Cristo en su Iglesia

Con la cruz no se puede negociar, o se abraza o se rechaza.

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¡Cuánto sufrimiento hay en todo el mundo, en creyentes y no creyentes! Y en todos ellos se actualiza la pasión de Jesús. Sufren padres de familia, que no pueden dar la atención integral que sus hijos requieren. Esposas y madres de familia sufren sin consuelo y esperanza, porque ya no pueden con la cruz que significa un esposo alcohólico, violento, distante, infiel. Muchos enfermos y ancianos padecen en soledad sus achaques, su impotencia, el desprecio y la incomprensión de los suyos. Muchos jóvenes se sienten desconcertados ante la falta de estudio y trabajo, sin amigos verdaderos, sin éxito en el noviazgo y, sobre todo, sin una familia armónica, sin unos padres que les signifiquen seguridad, esperanza cierta de un futuro prometedor; se sienten solos y se dejan engañar por el alcohol, las drogas, los grupos delictivos.

En nuestra Iglesia, ¡cuánto dolor y sufrimiento, por todo tipo de fallas, tanto de los ministros jerárquicos, como del resto del Pueblo de Dios! No solo por el delito execrable de la pederastia clerical, que crucifica sin misericordia a tantos niños, sino por otros pecados que llevamos en nuestra historia. Muchas veces los pastores hacemos sufrir injustamente a los fieles, por actitudes prepotentes y por un clericalismo repulsivo. ¡Pero cuánto sufre también un sacerdote calumniado, solo, enfermo, anciano, así como un obispo incomprendido, quizá distante del Pueblo y de su Presbiterio, criticado por las justas decisiones que debe tomar en bien de la comunidad!

Me duele mucho lo que están haciendo sufrir al Papa Francisco, sobre todo gente que se dice católica. Es increíble cómo malinterpretan todo lo que dice o hace. Algunos llegan a dudar de la legitimidad de su elección. No comprenden su opción por los pobres y por la defensa de la casa común, como si esto fuera ajeno al Evangelio. No aceptan su insistencia en la misericordia, como si prescindiera de la moral católica. Se viralizan en las redes ataques, calumnias y descalificaciones. Es cierto que siempre ha habido rechazos a algunos Papas, a veces con razón, como cuando, en el pasado, se comprobaron deficiencias en el proceder de alguno, pero los enemigos actuales no tienen una concepción de fe ante el Sucesor de Pedro, sino que todo lo juzgan según sus limitados y enfermizos criterios. ¡Que el Espíritu Santo lo fortalezca!

Pensar

Me iluminó mucho lo que Francisco dijo en su reciente homilía del Domingo de Ramos, y que refleja lo que está viviendo. Hace ver el contraste entre “los gritos de fiesta y el ensañamiento feroz” hacia Jesús. Este “nos muestra cómo hemos de afrontar los momentos difíciles y las tentaciones más insidiosas, cultivando en nuestros corazones una paz que no es distanciamiento, no es impasividad o creerse un superhombre, sino que es un abandono confiado en el Padre y en su voluntad de salvación, de vida, de misericordia.

El corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,6-8). Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse. Con la cruz no se puede negociar, o se abraza o se rechaza. Y con su humillación, Jesús quiso abrirnos el camino de la fe y precedernos en él.

Aclamaciones de fiesta y furia feroz; el silencio de Jesús en su Pasión es impresionante. Vence también la tentación de responder, de ser “mediático”. En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la luz. Será necesario resistirlo en silencio, ‘manteniendo la posición’, pero con la misma actitud que Jesús.

Él sabe que la guerra es entre Dios y el Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la mano en la espada, sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer. Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Y mientras esperamos que el Señor venga y calme la tormenta, con nuestro silencioso testimonio en oración, nos damos a nosotros mismos y a los demás razón de nuestra esperanza. Esto nos ayudará a vivir en la santa tensión entre la memoria de las promesas, la realidad del ensañamiento presente en la cruz y la esperanza de la resurrección”.

Actuar

Nosotros estamos con el Papa Francisco y lo apoyamos, porque vemos su elección como una gracia de Dios, para bien de la Iglesia y de toda la humanidad. Y ante el sufrimiento de los demás, ojalá muchos seamos Cirineos, y no culpables de su dolor.

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Fuente: https://es.zenit.org

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