Perspectiva sobre la Convención

Sr. Director:

He seguido con interés la cabida que le ha dado Mensaje al proceso constituyente. Sin embargo, me parece que poco se destacan sus graves debilidades y las implicaciones que estas tienen. Este proceso ha expuesto la crisis que afecta a los partidos políticos, que son los responsables de ofrecer a la ciudadanía personas a la altura de las tareas que se les delegan. El libro, Por qué caen las democracias explica la gravedad de esta falla y sus consecuencias sobre la estabilidad del sistema democrático.

Me resulta llamativo que Mensaje no se pronuncie con fuerza sobre la marca que impone, al talante de una nación, el que en su Constitución se consagre el derecho al aborto sin límites. Me acuerdo del día en que se aprobó este artículo y lo chocante de ver cómo se congratulaban sus autores. Aparentemente, habían pasado del concepto del aborto como decisión trágica —concepto a que se recurrió para pasar la actual ley de aborto— al aborto alegre, por demanda y determinación individual.

Esta falta de compromiso frente a la vida de un niño por nacer hace poco creíble los continuos llamados a la solidaridad y ofrecimiento de nuevos derechos que hace el documento. Su enorme verborrea con énfasis en los derechos sociales, derechos del mundo animal, la ecología, etc., constituye una incubadora interminable de conflictos. También cabe destacar los diez minutos que se le concedieran al arzobispo de Santiago: se hizo evidente que los anfitriones no sabían qué representaba y a quién representaba esta persona. Una Convención que valoriza la cultura mapuche y es incapaz de apreciar la cultura cristiana, es probable que en el fondo no aprecie ninguna de las dos.

Finalmente, la negativa de los cuatro expresidentes de la República a asistir al acto de entrega de la propuesta constitucional admite múltiples interpretaciones. Por ejemplo, el presidente del Partido Comunista —persona ecuánime y distendida— lo atribuyó a un exceso de susceptibilidad de los exmandatarios. La mía es que estos ven en el documento una amenaza al sistema democrático —supresión del Senado de la República— y una invitación al subdesarrollo y al estancamiento, y un ataque oblicuo a los pobres de nuestra patria.

Habría que ser supersticioso —y no creyente— para pensar, que en una época en que se lucha denodadamente por estudiar, un cuerpo improvisado de personas sería capaz de escribir un documento tan especializado como es una Constitución, más si se tienen en cuenta las innumerables expresiones de sectarismo y estrechez que han dado. En efecto, se trata de un proceso inédito que ha dejado pasmados a numerosos analistas internacionales, no por bueno, sino por descabellado. Mensaje debiese aquilatar lo señalado y no inhibirse frente a la grave situación que el país enfrenta. Al proceder así, cierra el camino a la Esperanza con mayúscula y contribuye a dejar al país en manos de personas con la moral distraída, como muchas de ellas se autodefinen. Frente al aborto, defender a niños y mujeres desvalidos. Frente a la improvisación y el sectarismo, jugarse por los pobres. Y frente a la verdad, jugarse por la Verdad que la Iglesia representa.

Rodrigo Pablo R.

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