Pocas noches como aquella

Cómo debe ser vivir un tiempo tan oscuro como este sin intuir que la luz de Cristo está brillando en medio de estas tinieblas.

Para mí uno de los momentos más impresionantes de este tiempo tuvo lugar durante la Vigilia Pascual del año 2020. Fue una celebración que, en la comunidad de Ventilla 103 (Madrid), vivimos de una manera muy especial. Llevábamos más de un mes haciendo vida aislada unos de otros (de hecho, uno de nosotros seguía todavía en aislamiento, a la espera del resultado negativo del PCR que, no en vano, llegó en la mañana de Pascua). Las celebraciones de la Semana Santa fueron la primera vez en la que pudimos reunirnos de nuevo físicamente en la capilla, en torno al altar. Celebramos solo los jesuitas, pero lo cierto es que llevábamos en el corazón (y en los labios) a todos nuestros familiares y amigos que estaban en sus casas.

Comenzamos la Vigilia en la azotea, donde encendimos un pequeño fuego en un recipiente de cerámica. Después de encender el cirio pascual, en medio del silencio de la noche, el celebrante se volvió hacia el barrio y elevó el cirio diciendo: «en pocas noches como esta el mundo ha estado tan necesitado de la luz de Cristo Resucitado». Y, de una manera muy sencilla, realizó la señal de la cruz con el cirio, para después continuar la procesión hasta la capilla, donde la celebración prosiguió su curso.

Este gesto tan sencillo, pero tan potente, me ha acompañado en la oración en este tiempo de pandemia y me ha ayudado a iluminar muchas de las situaciones difíciles que nos ha tocado vivir y acompañar en estos meses. Reconozco que, en muchos casos, en los que he hablado con personas no creyentes, me he preguntado cómo debe ser vivir un tiempo tan oscuro como este sin intuir que la luz de Cristo está brillando en medio de estas tinieblas. Cómo se puede atravesar el umbral de la muerte sin la fe en que al otro lado brillará la luz perpetua. Son preguntas para las que no tengo respuesta.

Por ello, doy gracias al Señor por poder vivir este tiempo desde la fe. Puesto que, pese a que no ahorre el sufrimiento como a veces querríamos, lo cierto es que lo ilumina, enjuga nuestras lágrimas, y nos pone en el camino de la esperanza.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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