Proceso constituyente y pueblos indígenas

Sr. Director:

Desde la transición a la democracia, La Araucanía y el país están en deuda con los Pueblos Indígenas. A quienes representamos la región, nos ha tocado enfrentar esta situación desde la soledad de la periferia del poder. Ningún gobierno ni partido político ha asumido que estamos frente a un dilema político: reconocer nuestros orígenes o seguir dando la espalda a la verdad, como si doliera, y que ello no se resuelve por policías y jueces, sino por políticos que comprendan la naturaleza de las demandas.

La violencia, xenofobia y racismo vividos en Curacautín, la quema de un camión con una menor de 9 años en su interior, los 107 días de huelga del machi Celestino Córdova y 27 comuneros mapuches también en huelga hambre nos enrostran la urgencia de transformar el Convenio 169 de la OIT para que deje de ser una declaración de buenas intenciones y sea el hilo conductor de las políticas públicas y reformas constitucionales para las que hasta hoy no ha habido mayoría en el Congreso. Ello, sin olvidar el solapado intento de sectores de derecha de desahuciar dicho convenio.

Cada vez que el Congreso se refiere a la situación indígena, lo hace en sesiones especiales gatilladas por la violencia. Excepcionalmente ha adoptado decisiones a partir de acciones positivas de algún pueblo indígena, como ocurrió este mes cuando aprobamos la ley que reconoce al pueblo kaweskar.

El proceso constituyente en curso será una oportunidad preciosa para que, abandonando los prejuicios, asumamos nuestra diversidad política, religiosa, cultural, social, económica y étnica como parte de nuestra riqueza, y decidamos en la dirección correcta en una Carta Fundamental que, por primera vez, será fruto de la voluntad ciudadana y no la imposición del más fuerte en el contexto de un conflicto político violento.

Por primera vez, el constituyente podrá, sin temor, incorporar los conceptos de plurinacionalidad e interculturalidad en un país que tiene aspiraciones de ser símbolo de modernidad en una América Latina frecuentemente desgarrada por sus propias tensiones y pugnas de poder.

Por primera vez tendremos también la oportunidad de reunir en torno a un mismo fogón la economía, la política, la religión, la cultura y las ciencias, junto a constituyentes indígenas, para construir desde ese espacio un país que aprenda a reconocerse en la mirada transparente del otro sin descalificación ni miedo. Ese es el siglo XXI que imagino.

René Saffirio E.
Diputado La Araucanía

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