Entender la im-posible posibilidad que da sentido a la búsqueda humana y, en definitiva, a dejarnos reconciliar con el Misterio.
A ti que sostienes las preguntas y mis preguntas.
Quisiera pensar y escribir sobre el Misterio. El Misterio como lo tremendo y fascinante, tal y como lo expresa R. Otto. Eso fascinante que nos despunta la presencia del Misterio, que en sí es lo no condicionado, lo que nos arrastra y lo que nos irrumpe en la cotidianidad, hace que el ser humano vaya tomando conciencia de la vulnerabilidad, sobre todo la del conocimiento. El Misterio siempre es el exceso y el desborde de sentido.
Pienso también que, ante ese abismo y ante ese exceso, va surgiendo en la conciencia del ser humano una suerte de frustración del conocimiento ante el abismo provocado por aquello que escapa de nuestro control, y esto es tal porque el Misterio siempre va más allá de nuestra posibilidad. Esa es su carta de presentación. Por ello considero que el ser humano, al estar enfrentado a la irrupción de lo abismal, puede entrar en una doble posibilidad: capturar y transparentar todo el Misterio, es decir, transformarlo en un objeto controlado, o dejar que el Misterio sea Misterio, es decir, inabarcable y abismal.
Ante eso podemos sostener que el abismo del Misterio aparece como el lugar de la im-posibilidad humana, es decir, como aquello que nos impulsa hacia la comprensión de que existen espacios liminales en donde no podemos hacer más que contemplar y callar. De hecho, la palabra mysterio tiene raíz indoeuropea y está emparentada con palabras como miopía y mutismo, es decir, una visión no total y una incapacidad de hablar. Ante el Misterio, el silencio y la contemplación generosa.
El abismo del Misterio aparece como el lugar de la im-posibilidad humana, es decir, como aquello que nos impulsa hacia la comprensión de que existen espacios liminales en donde no podemos hacer más que contemplar y callar.
El pensador George Steiner, en sus Diez razones para la tristeza del pensamiento (2007), dice que el pensamiento y su capacidad infinita es lo que da dignidad al ser humano, inclusive el pensamiento que no puede alcanzar de manera inmediata sus propósitos. En palabras de Steiner: «La infinitud del pensamiento es también una infinitud incompleta. Está sometida a una contradicción interna para la que no puede haber ninguna solución. Nunca sabremos hasta dónde llega el pensamiento en relación con el conjunto de la realidad». La dignidad y la incompletitud, lo abismal y la estructura amplia de la capacidad humana.
Por lo tanto, es sugerente mostrar cómo los procesos de captación del conocimiento nos van frustrando en tanto no podemos captar del todo el Misterio. Es decir, de entender que el Misterio, en cuanto objeto de nuestro pensar, no es una disposición que, a modo de fetiche, el ser humano puede tener a su mano. El fetichista, dice Lacan, necesita al objeto puesto ahí, a su control total. Pero el Misterio se rebela contra la idea de posesión hasta el punto que, si es poseído o comprendido de manera total, deja de ser Misterio. Por lo tanto, lo único que le queda al ser humano es movilizarse y despegar desde una pregunta. S. Zizek, a propósito de esto, diferencia el camino de la meta buscada y dice que la idea es no llegar a encontrar la meta de manera instantánea, porque en ese momento el sentido de la búsqueda se detiene. La clave siempre está en el proceso de la búsqueda, porque ahí despunta la pregunta.
En tiempos de programación y Chat GTP como base de respuestas bien programadas, lanzar una pregunta al futuro con la conciencia de la no posesión de la respuesta es un acto de rebeldía. La incertidumbre como fisura en el sistema de lo dado de manera programada. Nuevamente: la frustración ante el Misterio moviliza la pregunta, y la pregunta se hace espacio de reconciliación en la incertidumbre y con la fragilidad. El cuerpo y el pensamiento son lugares de la fragilidad y Dios ha asumido la fragilidad (Jn 1,14).
De este modo volvemos a la toma de conciencia de que el pensamiento y las preguntas constituyen formas de cuidar nuestra fragilidad y potenciar la incertidumbre de nuestras respuestas, del sentido y su pregunta, es decir, de entender la im-posible posibilidad que da sentido a la búsqueda humana y, en definitiva, a dejarnos reconciliar con el Misterio.
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