Respetar

Siempre hay alguien con autoridad sobre nosotros y que se torna necesario, sin perder el sentido crítico, aprender a disentir con educación y respeto.

Todo deporte es un continuo ejercicio de respeto. En primer lugar a la norma y a aquellos que intentan hacerla cumplir: árbitros y jueces. Uno percibe que algo falla cuando se ve a algún atleta cuestionando faltosamente a los mismos, incluso cuando se equivocan (pues no dejan de ser personas). Y nace la pregunta: ¿será que tratan igual a sus jefes o gobernantes? Porque la realidad es que siempre hay alguien con autoridad sobre nosotros y que se torna necesario, sin perder el sentido crítico, aprender a disentir con educación y respeto.

La práctica deportiva también enseña a respetar al contrincante —que es un rival y nunca un enemigo—, pues sin él no se puede jugar, y uno capta que la victoria no es un absoluto a conseguir a toda costa, por lo que no se puede ir a hacer daño, ni a provocar, ni a ningunear a nadie. Y este respeto se hace tan necesario en la adversidad —que es cuando toca aprender a perder— como en el éxito —cuando toca aprender a ganar—. Porque las tornas pueden cambiar en futuras ocasiones, y porque sin rivales no podríamos sacar lo mejor de nosotros mismos, pues competir (con + petere) significa «esforzarse y buscar con»: es aquel con quien busco y quien me ayuda a encontrar la excelencia. El deporte enseña a respetar y agradecer el esfuerzo del rival y, en muchas ocasiones, a celebrar juntos la victoria y la derrota.

Y para ello una premisa, quizás de las más importantes: para ser capaz de respetar al rival hay que saber respetarse primero a uno mismo. Al uno que soy yo, y al uno que somos nosotros: a los compañeros de equipo con su diversidad de capacidades y limitaciones, porque todos hacen parte y posibilitan que haya equipo. Uno aprende así no solo a respetarlos, sino a apreciarlos y estimarlos.

Hay más personas involucradas hacia las que nace respeto y, en muchos casos, admiración: tantos entrenadores, directivos de clubs, equipos médicos, cuidadores de instalaciones, etc. que dedican tiempos y esfuerzos para hacer posible que se pueda entrenar y jugar. Suelen estar escondidos y poco visibles, pero el tiempo ayuda al atleta a descubrir que sin ellos nunca habría podido gozar ni sacar lo mejor de sí. Y muchas de estas personas comienzan siendo nuestros padres y madres, aquellos que cuando éramos niños nos lavaban la ropa, nos llevaban a los campos y nos curaban las heridas después de tantas caídas.

Vivir con deportividad supone percibir tanta gente a la que debemos respetar y agradecer por todo lo que posibilitaron para nosotros. Pero va más allá, lleva también a saber respetar las cosas. Muchos deportes necesitan instrumentos e instalaciones, y cuando no se dispone de los mismos o toca utilizar instalaciones en mal estado, se toma conciencia de la importancia del cuidado. Porque no somos dueños absolutos de lo material, porque otros lo usarán después, porque alguien lo cuida y prepara para nuestro uso, y porque —desde una cierta conciencia social y ecológica— muchos no gozan de las posibilidades que nosotros tenemos.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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