Sabiduría teologal

La sabiduría teologal (mirada hacia el mundo y lectura de la historia) junto con la dimensión estrictamente teológica (la ciencia y disciplina teológica) se verifican en la experiencia de la pluralidad y en la toma de conciencia de que hay que vivir en esa pluralidad.

¡A la salud de tu amorosa sensibilidad! 

Los cristianos y cristianas hemos de asumir nuestra experiencia religiosa como una lectura específica del mundo y de la historia. La lectura del mundo, al decir del pedagogo brasileño Paulo Freire, implica y promueve un sentido de captación del paso de Dios a través de la historia. Es necesario por tanto lograr una sabiduría teologal. Sobre esta idea ofrezco mi columna semanal.

Marc Dumas (2020) define lo teologal en los siguientes términos: «Lo teologal refiere a aquello que trasciende nuestra materialidad, a lo que nos supera y que se nos escapa, a lo divino; menos, quizás, al fundamento o a lo voladizo como en el pasado, sino más bien al corazón de lo humano y de su vida personal y colectiva, social y política». Es interesante lo propuesto por Dumas, porque marca una gramática interdisciplinar de la práctica teológica y de la mirada teologal. Con estas cuestiones se nos presenta el desafío a los cristianos y cristianas de evitar enfrascarnos en un único modo de captar a Dios, olvidando el diálogo interdisciplinar, las búsquedas compartidas, las lecturas provisorias, las experiencias de andar a tientas y de reconocer lo fisurado de la realidad. Aquí recuerdo a Jacques Lacan cuando habla del «fantasma», es decir, de aquella fantasía que intentamos colocar en la fisura, pero olvidando que la fisura es más grande que el pretendido tapón. La realidad siempre es más que nuestro modo de decir, de pensarla y de construirla.

La fe cristiana es una experiencia de interpretación de la realidad, cuestión que se puede ver de manera específica en la teología de los signos de los tiempos. El Vaticano II es claro al afirmar que es deber de todo el pueblo de Dios escuchar la historia, interpretarla y tratar de reconocer al Espíritu que sopla en los acontecimientos humanos. El teólogo Guido Bausenhart (2012) indica que la experiencia del Vaticano II implicó que se abriese un camino en la forma de comprender el cómo de la experiencia de Dios en la historia. En palabras de Bausenhart (2012): «La identidad de la Iglesia no puede determinarse ya sin una referencia constitutiva a los ‘signos del tiempo’, a las condiciones políticas, culturales y sociales en las cuales viven los hombres, en las cuales arriesgan su existencia humana de fe. La autenticidad de esa fe suscita una pluralidad de figuras de la fe, pluralidad que no se convierte en amenaza, sino que resulta hasta enriquecedora mientras cada una de esas figuras reconozca en la fe del otro su propia fe».

La fe cristiana es una experiencia de interpretación de la realidad, cuestión que se puede ver de manera específica en la teología de los signos de los tiempos.

La sabiduría teologal (mirada hacia el mundo y lectura de la historia) junto con la dimensión estrictamente teológica (la ciencia y disciplina teológica) se verifican en la experiencia de la pluralidad y en la toma de conciencia de que hay que vivir en esa pluralidad. Para entrar en la pluralidad hay que entrar desde una toma de conciencia madura, crítica y propositiva. Quizás ahí se evidencia el desafío de la no-superficialidad en la que cualquier experiencia humana puede caer. Y esto, sin dudarlo, es una apuesta desde la sensibilidad cotidiana, de aquella por la que se hace salud.


Imagen: Pexels.

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