La esperanza nos invita a usar con sabiduría lo que tenemos.
Domingo 21 de Septiembre de 2025
Evangelio según San Lucas 16- 1 al 13.
El Evangelio del administrador astuto nos invita a reflexionar sobre cómo usamos lo que tenemos y hacia dónde dirigimos la vida. Más allá de lo material, se nos llama a confiar en el amor de Dios y a elegir lo eterno, pues la esperanza es el camino que sostiene nuestro corazón. La esperanza nos invita a usar con sabiduría lo que tenemos.
El administrador de la parábola piensa rápido para asegurar su futuro. Aunque su manera fue deshonesta, Jesús resalta su habilidad para mirar hacia adelante. Nosotras/os también somos llamados a mirar más allá del presente, a usar lo que tenemos —dinero, tiempo, dones, energía— no para acumular ni encerrarnos en el egoísmo, sino para sembrar gestos de amor y solidaridad. La esperanza nos recuerda que lo que hoy ponemos al servicio de otras personas será semilla de vida que florecerá mañana. En manos de la Madre de la vida, hasta lo pequeño que ofrecemos puede multiplicarse y convertirse en consuelo y justicia.
La esperanza se cultiva en lo pequeño y cotidiano.
Jesús afirma que quien es fiel en lo pequeño también lo será en lo grande. La esperanza no se sostiene en grandes discursos, sino en las decisiones de cada día: en la honestidad con lo que administramos, en la palabra que reconcilia, en la solidaridad con quien sufre. Cuando cuidamos lo mínimo, abrimos espacio para que la Sabiduría divina, esa presencia maternal que acompaña en silencio, vaya transformando nuestro corazón. La esperanza se alimenta en la vida concreta, en la constancia de lo cotidiano, porque allí Dios, que es Madre y Padre, se revela como fiel y cercana/o.
Jesús afirma que quien es fiel en lo pequeño también lo será en lo grande. La esperanza no se sostiene en grandes discursos, sino en las decisiones de cada día.
La esperanza nos ayuda a elegir a quién servir.
«No se puede servir a Dios y al dinero», nos dice Jesús. La esperanza nos invita a confiar en que nuestra vida está sostenida por una fuerza mayor que cualquier riqueza material. Quien vive con esperanza sabe que, aunque falten seguridades humanas, nunca faltará la ternura de la Consoladora, la presencia femenina de Dios que sostiene cuando todo parece derrumbarse. Servirle es optar por el amor, por la justicia, por la fraternidad y sororidad, convencidas/os de que esa elección siempre tiene sentido, aunque el mundo insista en otra lógica.
La parábola del administrador astuto nos desafía a vivir con creatividad y visión de futuro, pero también con fidelidad y entrega. La esperanza es ese horizonte que nos ayuda a discernir dónde ponemos el corazón, recordándonos que lo más valioso no se compra ni se vende. En un mundo donde el dinero parece decidirlo todo, la esperanza nos abre a lo eterno, a lo que nunca muere: el amor. Confiar en la Madre de la ternura, en la Sabiduría que ilumina, en la Consoladora que sostiene, es caminar con la certeza de que no estamos solas/os, sino acompañadas/os por Dios que nunca abandona.
Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.